martes, 18 de febrero de 2014

La auto crítica no implica debilidad

La auto crítica no implica debilidad, sino fortaleza. Solo niegan el fracaso, los responsables del incendio en que termino la Argentina de 2001. El proyecto argentino que comenzó en 2003 tuvo muchos aspectos; si bien hubo viento de cola en los primeros años, se generaron rentas, que se utilizaron para fomentar el crecimiento y la inclusión social, como nunca. En el principio el Estado y las empresas cooperaron estrechamente para recuperar el mercado interno. Una creciente tasa de ahorro (desde las catacumbas) generó un alto nivel de crecimiento. Las políticas de igualdad, englobando la educación, contribuyeron a la creación de un ambiente político y económico más estable y aceleraron el crecimiento, gracias a la mayor productividad de la fuerza laboral. En la próxima etapa, si el Estado utiliza el potencial privado, es probable que logre más éxito en el crecimiento de la tasa potencial, que si intenta reemplazarlo. La continuidad del crecimiento económico requiere mantener la estabilidad macroeconómica y política, que nadie se imagine otra cosa porque podemos perder todo lo ganado. Las medidas que tienden a una distribución más equitativa del ingreso y que propugnan extender la educación básica, fomentan el progreso económico. El resultado, como suele decirse, es un “mejor clima para los negocios e inversiones” y un uso más eficaz del talento argentino. Las políticas públicas se deben adaptar a las cambiantes circunstancias económicas, en lugar de permanecer inmutables. A medida que las economías se van tornando más complejas, el Estado tiene menos necesidad de asumir un papel excesivamente activo y puede preservarse (controlando), para que las probabilidades de crear dificultades no crezcan.
Entre las deudas pendientes del activismo, creo que el gobierno tiene que desempeñar un papel decisivo en la creación de un banco de desarrollo “en serio”, para otorgar créditos de largo plazo. El Estado debe aplicar todo su poder para captar recursos financieros, de modo que no solo se estimule el crecimiento, sino que a la vez el mismo sea sustentable en el tiempo. El crédito no sólo hay que dirigirlo a las áreas prioritarias, sino que hay que quitárselo a la especulación de una vez por todas. Hubo muchos años donde las empresas que usaban crédito subsidiado financiaban compra de dólares para atesorarlos.
Es necesario crear medidas tendientes a mejorar la cooperación entre el Estado y las empresas, una buena relación que le permita al Estado diseñar programas que satisfagan las necesidades de la comunidad empresarial, para crear un clima favorable para los negocios, alentando a las empresas a encaminar energías en el país.
El hecho de resolver el tema estadístico para compartir la información, mejorara la calidad de las decisiones empresariales. Al mejorar las relaciones con el sector empresario-con reglas claras y controles-, se le permitirá seguir adelante en la ejecución de sus propios proyectos y se atraerá capital de riesgo. Es necesario crear “instituciones y mecanismos de ahorro” interno. Al mismo tiempo, las medidas que establecieron regulaciones prudentes y, en algunos casos, restricciones, fortalecieron la seguridad y solidez de las entidades financieras; pero estas aun no se han sentido estimuladas a asumir los riesgos que demanda el resto de la economía. Falta elaborar una variedad de programas que incrementen el rendimiento de la inversión privada y faciliten el desarrollo y la transferencia de tecnología. Se debe proporcionar más infraestructura y generar un clima receptivo para la inversión, para esto no es necesario bajar banderas, pero es imprescindible incorporar experiencia. El gobierno apostó a las políticas pro industriales para alterar la asignación de los recursos de una forma que estimulase el crecimiento económico; pero no asumió un rol estratégico en la identificación de las industrias en las que la investigación y desarrollo dijeran que es lo que rendiría más beneficios. El apoyo brindado a la industria, no se hizo con la creación de centros científicos y de investigación, ni fijación de normas para el control de calidad, que contribuyera a alentar más a los inversores nacionales y PYMES, básicamente.
El hecho de poner el acento en las industrias con fuertes eslabonamientos hacia atrás y hacia delante, con grandes externalidades pudo haber contribuido al crecimiento de largo plazo que no sucedió. La lección es que en el corto plazo, la excesiva rentabilidad no brindó un aporte potencial al crecimiento de largo plazo.
El gobierno no alentó intensamente la exportación. El desempeño exportador industrial (con valor agregado) debería haber sido la clave para la asignación del crédito y las promociones fiscales de exportación. El foco y los estímulos a las exportaciones hubieran instado a la adopción de normas de calidad internacionales que luego pudieran acelerar la difusión de nuestra tecnología. Los elementos esenciales que deberían haber funcionado como una recompensa eran los reembolsos, reintegros, asignación de prefinanciación, financiación y post financiación en pesos a tasa subsidiada, con reglas de medición de desempeño y árbitros que evalúen cumplimientos. Esta probado, antes de la Reforma Financiera de 1977, los estímulos suministraban fuertes incentivos y tenían un escaso riesgo, cuando las reglas estaban bien estipuladas. Una importantísima disminución de la relación deuda/PBI tuvo un efecto positivo en el crecimiento económico, aunque luzca paradójico no tener financiamiento. Fueron positivos los efectos sobre el ahorro interno y sobre la eficiencia con la que se asignó el capital escaso, y el crédito “cero”. También se incrementó el capital de las empresas y bancos debido a las menores tasas de interés, aunque esto no aumentó su capacidad para correr riesgos. La falta de insistencia en exigir determinadas transferencias de tecnología como parte de las inversiones extranjeras fue un gravísimo error, probablemente hubiera fortalecido el interés nacional, promoviendo la estabilidad económica e incrementado el ahorro.
Ninguna política aislada asegura el éxito por si sola; tampoco la ausencia de un único componente podría haber llevado al supuesto aprovechamiento de “oportunidades perdidas”. Aunque se hable de “parches”, el entrelazamiento de políticas que variaron de un periodo a otro, de todos modos compartía los rasgos salientes de un proyecto. El gobierno intervino activamente en los mercados, sin reemplazarlos, poniendo limites solo en los extremos. Guste o no, se genero un clima en el cual las empresas pudieron prosperar, y aun siguen haciéndolo. Si bien se promovieron muy poco las exportaciones y la tecnología industrial; se coopero con la industria y mejoro el ingreso de los trabajadores.
Quizás hubo un poco de viento de cola, pero el verdadero prodigio había sido político más que la vicisitud económica internacional. En 2003 se restableció la gobernabilidad y el acatamiento de los actos presidenciales. Pero tengamos memoria. - ¿Por qué emprendió el gobierno estas políticas? - En 2001 el pueblo le dijo basta al neoliberalismo de rendición incondicional a los mercados. Los políticos y los economistas apestaban, a los diputados los corrían por las calles para pegarles, y hasta a un anciano economista le propinaron un patadón por la calle Florida.
Dentro de un tiempo podrán extraerse muchas enseñanzas para impartir a países en crisis terminales, en particular en lo tocante al uso de los incentivos y de un sector público, que le imprimió ritmo a la “gestión”, aunque no se haya tenido demasiado éxito en otros aspectos estructurales de la burocracia. El reconocimiento de fallas individuales debería dar origen HOY, a una flexibilidad y una capacidad de respuesta que, en definitiva, constituya la base para que hasta y desde en 2015, el crecimiento sea sostenido y Argentina siga siendo un país para 40 millones de habitantes.



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