lunes, 15 de febrero de 2010

Corrupción, códigos

En el pasto, la piel de un camaleón se vuelve verde, encima de la tierra se pone marrón; este animal cambia según el ambiente. Muchas criaturas se adaptan a la naturaleza para poder sobrevivir.
Es aconsejable tratar de adaptarse al medio o, al lugar donde uno se encuentra; sin embargo, ciertos valores y estilos de vida confrontan y chocan con una moral generalmente aceptada y, se hace difícil armonizar.
Los hombres públicos que tienen principios (no hablo de códigos), luchan en su ambiente y sus entornos; cercados de corrupción, “el peligro del camaleón”, la posibilidad de deslizarse es constante.
Ídolos políticos, economistas, religiosos, hombres y mujeres de negocios que demandan veneración, ofrecen posiciones, circulos de afinidad, dinero y hasta sexo; mediante una contrapartida: prácticas carentes de integridad, instaladas y tácitamente aceptadas bajo las NIPP-“Normas Iram Para Pertenecer”-.
Cuando llegan estas tentaciones, son muchos los que fallan.
Sin la presencia de referentes, la sociedad vive en un constante desorden. Para lidiar con estos camaleónicos problemas, debemos tener en claro que “orden” no tiene que ver con "cordialidad".

No hay manera de moderar el calificativo: “traidor”, “mentiroso”, “acomodaticio”, etcétera.
Nuestros problemas de fondo no se resolverán, en la medida que “las formas” estén por encima del fondo de las cuestiones. Justamente el comité ético de “las formas”, es siempre el principal violador de los contenidos cuestionados. Esa es la razón, por la cual suele hacer énfasis en las “formas”, por encima de los contenidos.
Surgen muchas preguntas acerca de cómo se corrige todo esto.
En primer lugar, somos una sociedad fanática que privilegia la lealtad a los líderes y a los dogmas, por encima de las “causas”. Es por eso que existe una profunda división entre los argentinos.
Nuestra lealtad debe ser con “las causas”.
En segundo término, padecemos dos generaciones con ausencia de ideales. Debemos reconocer que mucha gente ha crecido en un tiempo indiferente a la inmoralidad, por esa razón tiene conceptos errados. Nuestra juventud debe comprometerse con ideales, no deben confundirse y ser parte, o apoyar liderazgos sin escrúpulos.
El falso concepto de libertad instalado durante “los felices noventa”, ha hecho mella en aquellos que ejercen la libertad de escoger ser injustos, corruptos, acomodaticios, ventajeros, etcétera; sin sentir que estén haciendo nada malo. La libertad no coincide con ser desconsiderados e insensibles hacia los demás.
La falta de respeto a las autoridades legalmente constituidas es el principio básico del desorden que se quiere establecer.
Los reclamos justos deben realizarse apropiadamente. Cualquiera que se refiera polémicamente a una alta investidura, debe hacerlo considerando el alto honor que ostenta, y el resultado edificante que conlleve al pueblo de la Nación.
Algunas personas en la calle ya niegan hasta la divinidad, otros creen que nos estamos yendo por el despeñadero, la desesperanza está instalada en la sociedad.
¿Como podremos hacer planes o involucrarnos en cambios, si supuestamente ya estamos muertos?
Debemos vivir alejados del camaleón y de las “peores prácticas”, sabiendo que por todas estas cosas generaremos consecuencias y, lo más importante; algún día deberemos dar cuenta.

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