Es una tradición europea y latinoamericana, pero el conflicto entre derecha e izquierda no aplica a los EE.UU., ni tampoco a la Argentina. Al igual que en Argentina, los peronistas o radicales, y los demócratas estadounidenses, no reflejan la izquierda, aunque desde el siglo pasado estos últimos descansan sobre una coalición de intereses forjados por Roosevelt entre pobres y morenos, sindicatos de obreros (no de izquierda), intelectuales del noreste y minorías étnicas; muy parecido a lo que ha sido el peronismo en sus orígenes.
Pese a esto los demócratas, como los peronistas y radicales se dividen entre sensibles de derecha y sensibles de izquierda, con variedad de actitudes que van de los extremos al centro de sus partidos, claramente enmarcados dentro del sistema capitalista.
A esta altura usted ya esta advirtiendo que los radicales y los peronistas tienen un espejo donde mirarse, y así es; estos partidos tienen aparatos enormes antes que conjuntos ideológicos definidos de izquierda o derecha. Es más, la infundada derecha peronista esta más cerca de la demo derecha liberal radical, que de la imaginaria izquierda peronista. En ambos países (EE.UU.-Argentina) se agregan una multitud de pequeños partidos socialistas y comunistas, con bajo peso electoral.
Este carácter bipartidista, comparado con los estándares europeos estructurados y desarrollados, ha traído últimamente tanto en USA como en Argentina, autonomía de electores respecto a sus partidos, y ascenso al poder de artistas y deportistas. En los últimos años se han sumado tambien personajes religiosos.
Dada la confusión de algunos recién llegados a la política argentina que realizan declaraciones nazi-fascistas, creyéndose liberales franceses, siendo todo lo contrario, me permitiré una digresión. Aun un demócrata estadounidense si es progresista, nunca leyó a Marx, y al igual que George W., cree que Chávez es un mal bicho, simplemente por prejuicio propagandista.
Pero el debate entre derecha e izquierda se plantea menos técnico que moralista en estos últimos tiempos. Las diferencias políticas descansan hoy sobre dos visiones aparentemente irreconciliables en el sistema de valores. Los humanistas laicos, privilegian la igualdad y conciben al estado como el instrumento idóneo para asegurar la regulación social. Los conservadores moralistas, aunque consideran que la desigualdad es natural y antojada por Dios, no obstante, pujan por el poder del estado, a través de la religión. En esto último coinciden los deseos bipartidistas, ambos buscan el poder del estado.
El conservadurismo en la Argentina no es ni siquiera un partido, en este momento no conforma una coalición, sino una efervescencia de reivindicaciones anti K, diseminadas y especializadas.
La personalidad de Macri no ha logrado amalgamar a los peronistas con el conservadurismo. Para lograr eso en los noventa, fue necesaria una figura como Menem de extracción e historia partidaria PJ; sin un Menem, la coalición neo conservadora se ha dispersado.
No obstante dos estrategias apuntan a recuperar y consolidar un sueño: “la llegada de un Carlos II-segundo-”, ya sea recreando un partido radical alvearista conservador, pro campo, con Cobos a la cabeza; o integrando el peronismo ostensible a la derecha, con los referentes neo conservadores periféricos al PJ.
En una sociedad de derechas diseminadas, las consignas peronistas de 2007, que coincidieron con las de las masas progresistas, están intentando ser suplantadas por la exaltación de la inseguridad, los discursos “anti aborto” y, “no al matrimonio gay”; típicos de la derecha anestésica estadounidense. Si en estas recomendaciones conservadoras nos pusiéramos todos los argentinos de acuerdo, la expresión mencionada no presenta ningún otro tema como propuesta, por eso perdieron en USA. Quiere decir que si triunfara el intento neo conservador argentino, la explicada similitud en el sistema de partidos, terminaría rescatando las experiencias del periodo Bush, pero versión sub. desarrollo.
Pululan muchos recién llegados a la política, absolutamente indocumentados como el del ejemplo. Como en Argentina la publicidad “caza bobo” es millonaria y sin imaginación, sugiero reeditar la exitosa consigna: “luche y vuelve”, pero sepa usted que esta vez el que vuelve es un Menem o De la Rua recargado.
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