martes, 12 de octubre de 2004

Sobre el Nobel de Economía

Los trabajos de Zarazaga y Kydland (premio Nóbel de Economía) dirigidos en parte al caso argentino, indican que nuestro país padeció una depresión de magnitud en los años ochenta, tan grave como la Gran Depresión estadounidense y el entretiempo entre la primera y segunda guerra mundial de Alemania. También señala el informe que en la década de “los felices noventa”, la inversión en la Argentina no se recuperó tan robustamente como lo aseguraban los hinchas de la apertura irrestricta de la economía y las privatizaciones incondicionales. Los premiados del Nóbel sostienen en su trabajo que durante el boom de “los felices noventa”, la nación fue presentada como el paradigma de las economías emergentes, no obstante solo dos años después en 2002 se había perdido ese rol heroico, y se constituía en la contradicción de lo que un país debe hacer para desarrollarse. Lo cierto es que por dos décadas consecutivas nuestra gente querida, nuestros hermanos y amigos han sufrido excesivamente los avatares de la macroeconomía.
Durante el desarrollo de los trabajos de este premio Nóbel se instala la sospecha de que la visión eufórica de las perspectivas que alumbraban sobre la Argentina en los noventa pudo haber tenido “pie de barro científico”, en otras palabras, sus sponsors teóricos habrían incurrido en un papelón académico.
Kydland deduce que es necesario volver a examinar el caso argentino con un enfoque, al que denomina "modelo de crecimiento neoclásico muy parsimonioso". Esta expresión técnica no es otra cosa que lo que casi la mayoría de los economistas profesionales sabe. Esos modelos neo clásicos, con convertibilidad o con dólar flotante, solo funcionan en economías con elevadas tasas de crecimiento sostenido (es decir, no se puede parar), no obstante creciendo, acumulan muchos perdedores por K.O., y se desbarrancan, en cuanto se desacelera la tasa de crecimiento de la economía. Esto explica el porque de la actitud de muchos sostenedores que no censuraron en su momento el incremento fenomenal del endeudamiento externo que hoy ya es historia. Según el Nóbel de economía, un investigador avisado debería haber desconfiado del frenesí desde los primeros años de la década del noventa. Parece ser que no había mucho misterio, dado que la acumulación de capital no exhibió durante esos años el dinamismo que el modelo hubiera previsto teniendo en cuenta los aumentos de productividad total que la Argentina estaba registrando por entonces.
A mi juicio, lo más relevante, lo que mas me pega del estudio en cuestión, es la novedad que Kydland explicó también, acerca de que muchos individuos toman decisiones sobre la base de lo que ellos creen que hará el Estado en el futuro y por eso dicen que es importante que el Estado aplique reglas en las que la gente tenga confianza. Yo agrego con todo temor y temblor intelectual, que también sería importante que los operadores no lancen deshonestas malicias acerca del futuro del Estado.
A la distancia, en los países desarrollados nadie imagina en que magnitud y cuanto influye lo que se dice por lo bajo que hará el gobierno en estos pagos. Usted sabe, los lobbistas y los interesados en que el río esté revuelto, no paran. De esta forma también la gente pierde la confianza en lo que hará el Estado y se siembra incertidumbre con fines inconfesables, diría un viejo caudillo político. En ese aspecto, las operaciones de prensa y las operaciones de mercado, son acciones en las que el presidente Kirchner y el ministro Lavagna “la tienen muy clara” y se han mostrado muy resueltos a salirle al cruce, inclusive el presidente amenazando con dar nombres y contárselo a todo el país en cadena, por televisión.
¿Que grado de responsabilidad han tenido en el pasado las declaraciones fatídicas y los pronósticos de los agoreros y sortílegos que la juegan de profesionales, que aún no cumpliéndose gracias a Dios, generan expectativas desfavorables en la economía?
Cada vez que organizan una sospecha sobre las acciones futuras que tomaría el gobierno, los bancos y los inversores se repliegan y bajan su exposición en el país. Eso se traduce en menos crédito, caída del crecimiento y disminución de fuentes de trabajo. Las empresas son perjudicadas por la desconfianza y se resienten sus planes en el mediano y largo plazo
Dice el libro de Proverbios que está en La Biblia, el tratado mas completo y actualizado disponible: “Hay hombres cuyas palabras son como golpe de espada; mas la lengua de los sabios es medicina”. Claramente, hablando en porteño: existen lo que yo denomino los profetas de “la malaria y la escomunica”. No nos enganchemos con los comentarios de azote, tengamos responsabilidad cuando hablamos de lo que creemos que hará el Estado en el futuro, entendiendo además que las palabras que se lanzan tienen poder. Tienen poder de perjudicar a la economía real en general, pero también tienen poder de bendecir a nuestra Nación y nuestros hermanos argentinos si las pronunciamos correctamente. Tomemos por hábito declarar paz y bendición donde vayamos, declaremos y decretemos buenas noticias que curen heridas y sanen la tierra. Esta responsabilidad no la podemos delegar, te desafío a proclamar paz y prosperidad para vos y todos los que te rodean en tu trabajo, en la universidad, en tu casa y en tu país, para vos, para tus hijos y para los hijos de tus hijos. ¡Hasta la próxima!

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