Los identificados desbalances macroeconómicos hoy no representan peligro. En cambio, se han elevado los riesgos, de eventuales shocks externos, emergentes de las burbujas en los mercados de los países desarrollados. En general, los países sugeridos como “modelo” de la región, "han mejorado la calidad de su política económica en la última década", de acuerdo a la opinión del FMI; o sea, han hecho esfuerzos para incorporar capitales golondrinas y aumentar sus vulnerabidades macroeconómicas que podrían derivar en conflictos sociales, cuando los capitales huyan. Estos países están financiando a EE.UU., aumentaron su stock de reservas de papel higiénico verde gratis (expuestos a una devaluación estadounidense que tarde o temprano llegará). Con tipos de cambio flexibles, van a tener que devaluar, y conocerán los efectos negativos de una macro devaluación, mientras por ahora se financian colocando deuda. La Argentina en cambio, ha aprovechado la última década y fortalecido su gobernabilidad, pronto estará recuperando divisas; tiene un tipo de cambio regulado, la política monetaria es “independiente” y paga con reservas del BCRA, evitando tomar crédito al 14/15% en dólares como De la Rua, Cavallo y sus críticos ex secretarios y sub secretarios del ministro, acompañantes del “tobogán del desastre”. En otras palabras, tenemos menos vulnerabilidades que en el pasado, porque hemos aprendido la lección. Menos Macri-de todos modos no tiene chances-, los eventuales presidenciables 2015 harían exactamente lo mismo que esta haciendo hoy el gobierno nacional.
Es posible que un país pequeño (no la Argentina con un PBI de 540 mil millones de dólares) e integrado al mundo (no entregado al primer mundo), que quiere tener un tipo de cambio fijo, deba elegir entre tener libre movilidad de capitales (como Martínez de Hoz y Cavallo) o tener una política monetaria independiente (Como Martínez de Hoz y Cavallo...pfff!!!). O sea, si un país elige tener tipo de cambio fijo (como Martínez de Hoz y Cavallo) e independencia monetaria (como sus presidentes del BCRA: Adolfo Diz, Roque Fernández y Pedro Pou), tiene que imponer controles a los flujos de capitales (pero no lo hicieron, y asi les fue). Y, si es un “país recluta” tiene que mantener el libre flujo de capitales (como Videla, Menem y De la Rua), entonces debería renunciar a tener autonomía en el manejo monetario (tiene que declarar la independencia del BCRA como en 1977 y los felices noventa). En los últimos 16 años, los países han sido presionados para dejar flotar sus monedas (Duhalde cayo en la trampa), sugiriendoles dese afuera la política monetaria (en la mayoría de los casos con metas de inflación)Algunos mantienen aun la libre movilidad de capitales, mientras otros-menos ingenuos-han elegido imponer algunos controles para no exacerbar los efectos negativos de una eventual reversión del flujo de capitales, que ya llegará. La Argentina en cambio, optó por tener un tipo de cambio medio fijo-administrado por el BCRA que compra o vende divisas; con una política monetaria que asiste a las políticas fiscal y cambiaria, y puso controles a los flujos de capitales, y otras restricciones. Ultimamente decidió, que para que esta combinación de políticas funcione, el BCRA tienda a actualizar aceleradamente el tipo de cambio nominal hasta alacanzar el de equilibrio, para que las necesidades de financiamiento del sector público sean consistentes con la tasa de expansión monetaria (aunque esta se ha ido moderando en 2013). En consecuencia, la probabilidad de una crisis como planteaban los monetaristas sinceros y los pesimistas “full time”, ha disminuido. Esto quiere decir que no va a suceder absolutamente nada catastrófico, súmele la corrección emprendida con el pseudo dólar turista (oficial + 35%), y se dará cuenta que el riesgo ha bajado.
La meneada apreciación real del peso ya no debería ser la causa central de desbalance externo, o pérdida de reservas. Es cierto que una apreciación real del peso estaba dando lugar a un aumento del poder de compra en dólares de los argentinos, especialmente de aquellos con elevados ingresos que consumían una proporción más alta de bienes y servicios transables (p.e: autos de alta gama que ahora son carísimos). En otras palabras, una apreciación real del peso incentivaba el consumo de bienes transables, y al mismo tiempo, un peso apreciado implicaba un encarecimiento de los bienes y servicios no transables en relación al de los transables.
En conclusión, la apreciación del peso incentivaba el consumo de bienes transables y la producción de bienes no transables, lo que implicaba más importaciones y menos exportaciones. El gobierno actuó, antes de que esa situación llevara a un deterioro de la cuenta corriente; justo antes que llegue la compensación de la cuenta capital (que va a llegar). Entonces, no es que el gobierno se haya vuelto de sus convicciones, sino que al ver que se apreciaba el peso, reconoció que podía producirse un deterioro del tipo de cambio real, mas allá de lo que siempre estuvo dispuesto a soportar.
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