miércoles, 9 de junio de 2021

MEJORA DE INDICADORES MACRO Y LAS VACUNAS. LA REGIÓN ESTA EN LLAMAS

 




Llegaron los primeros 300 litros del componente activo para fabricar la Sputnik V y, mientras avanza el acuerdo con el FMI, la industria superó en 4.1% los niveles de actividad pre pandemia, el BCRA sigue comprando dólares (proyectando 6 mil millones de dólares en menos de 6 meses), cae el riesgo país debajo de los 1500 basis points, suben los bonos argentinos en dólares y los progresos incrementales. Ya en 2020 dos tercios de las necesidades  de dólares se cubrieron con  reservas, alrededor de u$s 6.300 millones, el  excedente de demanda de  dólares del sector privado se  financió con ventas de  reservas del BCRA, -alrededor de u$s4.200 millones-y, asimismo  no se quitó el ojo del cumplimiento de los pagos de la  deuda pública.

Los  pagos al FMI de septiembre y diciembre están siendo tratados en forma circunspecta y laboriosa por Martin Guzmán. Postergando los pagos de capital con el Club de  Paris y el FMI más otros desembolsos de organismos para refinanciar la totalidad de los  vencimientos, las reservas seguirán creciendo. A todo esto hay que sumarle más de u$s 4.300 millones de Derechos Especiales de Giro.

El mercado de cambios oficial está más despejado por el  aumento de la oferta de divisas, con lo cual el BCRA compra el superávit  comercial cambiario. Con eso alcanza para  pagar los vencimientos de deuda en dólares del Tesoro, para financiar  obligaciones del sector privado y comprar títulos con reservas  internacionales.

El equipo económico está enfocado en la coyuntura-como corresponde en un escenario VICA (volatilidad, incertidumbre, complejidad y ambigüedad)-. El equipo de Guzmán actúa con gran profesionalismo y academicismo, tomando en cuenta los  límites que imponen las restricciones fiscales y monetarias. Esta hetero-ortodoxia viene siendo extremadamente más prudente que la ortodoxia extrema que le antecedía. Pero ahora llega el tiempo de volver a cambiar. El Gobierno aplicara controles y  regulaciones por la suba de los precios internacionales y locales. Es que la Argentina tiene un enfoque que obedece a los nuevos equilibrios, hasta el momento viene aplicando hetero-ortodoxia para corregir y estabilizar la macroeconomía. Pero claramente ha desistido de los planes de estabilización del antiguo FMI de Christine Lagarde, con el objeto de discontinuar el fracaso  económico y la estanflación en que quedó sumida la Argentina en 2019. El largo plazo post pandemia es una quimera en todo el mundo. Probablemente con un  equipo economico como el actual, el PBI potencial de la Argentina crecerá y saldrá de los problembocaas de oferta que incentivaron la desinversión productiva y están impulsando la inflación.

Los problemas estructurales ya no se resuelven con más Consenso de Washington, en ninguna parte del mundo. Hay que  repasar la visión del Presidente Joseph Biden, líder de la primera potencia del mundo libre. Ciertos exponentes del pensamiento único, deben hacer un esfuerzo intelectual y dejar atrás sus posiciones dogmaticas que no fueron confirmadas con evidencias empíricas como lo requería Milton Friedman: “si los supuestos no se verifican no hay validación teórica”.

Los programas de estudio no han contemplado el entendimiento del marco teórico keynesiano para salir de una crisis. No se trata de “Boca River o Libertad y Comunismo”, esas escenificaciones de café, carecen de rigor académico. Lord John Maynard Keynes ha sido el exponente más lúcido de la macroeconomía moderna, su enfoque teórico salvó al capitalismo cuando Europa marchaba al socialismo. Ya se había roto el primer eslabón según el marxismo (URSS), Inglaterra, Alemania, Francia e Italia lo podían seguir, porque la izquierda y el anarquismo crecían en forma vertiginosa. Alguien dijo, solo era cuestión de tiempo. Hoy Latinoamérica está en llamas volviendo al progresismo estadounidense más por necesidad que por virtud. Pero es el rumbo.

El Consejo de Asesores Económicos de Joseph Biden exterminó las políticas ortodoxas, reivindicó la inversión pública y el rol del Estado como instrumentos fundamentales para promover el crecimiento económico, el empleo y una distribución del ingreso y la riqueza más justa. Creado en la posguerra-durante la presidencia de Harry Truman, el Consejo Económico tiene la misión de asesorar al Presidente en forma racional en la formulación de la política económica, nacional e internacional. Según la definición oficial, el Consejo basa sus recomendaciones y análisis sobre la investigación económica y la evidencia empírica, utilizando los mejores datos disponibles para apoyar al Presidente en la fijación de la política económica del país. Pero no solo es EE.UU. Las principales economías del mundo llegaron a un acuerdo para implantar un impuesto mínimo global a las empresas multinacionales. Los ministros de Finanzas del grupo G7, acordaron luchar contra la evasión fiscal a través de medidas para que las empresas paguen en los países donde hacen negocios. También acordaron una tasa impositiva corporativa mínima global que será, en principio, del 15%. El acuerdo alcanzado por Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Alemania, Canadá, Italia y Japón ejercerá presión sobre otros países para que sigan su ejemplo.

 

Después de la peor recesión global en décadas, ha quedado descubierta la inequidad fiscal y la desigualdad. Las diferencias del proceso de arribo de vacunas donde 11 países recibieron el 90% de los envíos no merecen mayores comentarios. Por otra parte la capacidad de sostener estímulos y apoyar la recuperación de las economías es diferente en grado sumo entre desarrollados y emergentes.

Necesitamos contextualizar.

El riesgo de profundización de la conflictividad social que venimos observando en Chile, Colombia y Perú, puede desbordar la ya ardiente zona Andina. La pandemia mundial está demostrando que el marco teórico político y economico hegemónico  del mundo no está pudiendo resolver las  demandas de la sociedad global.

En la Argentina donde el número de  contagios ascendió y los  fallecimientos por Covid-19 superaron todas las marcas anteriores, no es posible ignorar  los problemas sociales. Tenemos una historia. América Latina toda parece vivir más intensamente la crisis global, que coincide con su estancamiento económico y sus decepcionantes indicadores sociales. Las crisis en Chile, Colombia y Perú se dan en países con éxito en términos de tasas de inflación y crecimiento. La protesta que ha enfrentado Chile durante 18 meses fue moderada por el timing de la pandemia. Un conejo de la galera que le cayó al Gobierno de Piñera que estaba tambaleando. El problema economico-social devino político en Chile, la derecha fracasó en obtener un tercio de los constituyentes para poder vetar reformas constitucionales y la primera vuelta de la elección presidencial es más que aleatoria. La propensión a la izquierda crece. Al cierre de esta edición Pedro Castillo, maestro socialista llevaba la delantera. Colombia sufre las protestas violentas más importantes de las  últimas décadas (la guerrilla lleva más de 70 años, los paramilitares y los carteles del narcotráfico casi el mismo tiempo). Por más que sean citados por argentinos, nadie que defiende esas economías quiere vivir como se vive en esos países.

En la Argentina el Senado aprobó el proyecto para destinar al gasto social el  dinero de los derechos especiales de giro del FMI. La “proclama” del 25 de mayo firmada por alrededor de 2.000 dirigentes políticos y sociales, académicos, profesionales; tiene un claro mensaje: en medio de la pandemia: “los recursos son escasos y deben destinarse al gasto social”. Los indicadores sociales muestran un fuerte deterioro en 2020, profundizando la caída anterior 2015-2019 donde el PBI per cápita cayó 11% (Sturzenegger). Los datos del INDEC para el último cuatrimestre de 2020 arrojan  una pobreza infantil que alcanza al 62,9%.

La historia nos muestra la inviabilidad de encarar un ajuste

Los fenómenos que vienen sucediendo en Chile, Colombia y Perú, no son episodios aislados ni desconocidos. La Argentina en 1998, asumió el papel de “mejor alumno del FMI”, no resguardando sus intereses nacionales, y adaptando sus políticas a los nuevos requerimientos del Consenso de Washington, una década antes de ingresar en el mayor default de la historia mundial, en diciembre de 2001.

Los estallidos sociales con violencia tampoco son un hecho nuevo en América Latina. Nombres como el “Bogotazo” o el “Caracazo”, la revuelta popular que estalló en Caracas de 1989, momento en el que la protesta se convirtió en uno de los aspectos más característicos de la vida cotidiana en la capital de Venezuela son recordados como sucesos de fuerte conflicto político y social.

En la historia argentina son varios los episodios de conflictos y violencia social que han marcado hitos: la “Semana Trágica” primero. Medio siglo después, la expansión del movimiento político juvenil de la década del sesenta, el comienzo de la lucha armada, que se prolongo durante la década del setenta. La represión dura de 1969 durante el gobierno de facto de Juan Carlos Onganía, el “Cordobazo”, un hito y en alguna medida el inicio de la década más violenta de la Argentina. Luego el régimen instaurado en 1976 cuando que apunto a la desmovilización social y no hizo más que impulsarla de cara al futuro.

Retomando la línea de los estallidos, en 1989, ocurren los saqueos generados por la hiperinflación en Diciembre de 2001, pasada más de una década, afectaron nuevamente a la sociedad argentina.

Malo para la clase media

En 2001 la limitación del uso del efectivo, acentuaba la impotencia de las clases medias que ambicionaban comprar dólares para cubrirse de las contingencias futuras, y agravaba la insuficiencia alimentaria de los marginados, fue así que se ponía en marcha el cacerolazo. Entre el 13 y el 20 de diciembre de 2001, tuvieron lugar 461 saqueos, con un fenómeno que en magnitud supero al de 1989, pero que comparado, el desempleo era más del doble y la violencia social y la delincuencia se habían incrementado considerablemente, con lo cual la situación se fue haciendo más delicada. El ex Presidente De la Rúa decretó el estado de sitio.

Las condiciones socio-económicas fueron la causa principal del fenómeno de los movimientos sociales, que junto a la oposición oficialista, aceleró el proceso de deterioro del gobierno del ex presidente De la Rúa. Cuando la crisis se espiralizó; Domingo Cavallo diseñaba y anunciaba el famoso “corralito” bancario, y tras dos semanas de “corralito”,  con el efectivo retenido, comenzaron los saqueos y la desesperación. Estalló la violencia, que termino con 39 muertos; Fernando De la Rúa renunció y se fue en el ya célebre helicóptero presidencial.

Con las evidencias históricas y el actual momento regional y local descripto, proponer la contracción del gasto para pagar deuda, en lugar de expandirlo y reestructurar pasivos a largo plazo, violaría  cualquier manual de crisis y, en medio de la pandemia sería verdaderamente un disparate que este Gobierno no parece procurar.

(*) Profesor de Posgrado UBA y universidades privadas. Máster en Política Económica Internacional, Doctor en Ciencia Política, autor de 6 libros. @PabloTigani en Twitter

 

 

A 20 AÑOS DE LA CRISIS 2001



Los fenómenos que vienen sucediendo en Chile, Colombia y Perú, no son episodios aislados ni desconocidos. Los estallidos sociales con violencia tampoco fueron un hecho nuevo en América Latina, en 2001. Nombres como el “Bogotazo” o el “Caracazo”, la revuelta popular que estalló en Caracas de 1989, momento en el que la protesta se convirtió en uno de los aspectos más característicos de la vida cotidiana en la capital de Venezuela – y que contribuyó a crear las condiciones políticas que llevaron a Hugo Chávez al poder en Venezuela- son recordados como sucesos de fuerte conflicto político y social.

En la historia argentina son varios los episodios de conflictos y violencia social que han marcado hitos. En el verano de 1919, tuvo lugar la llamada “Semana Trágica”. Durante los años de la Primera Guerra Mundial comienza uno de los periodos huelguísticos más importantes de la historia argentina. Este alcanza en 1919 el número de huelguistas y de huelgas más elevados en los cuarenta años del siglo, afectando casi el ochenta por ciento de la población obrera de Buenos Aires. La ola de huelgas coincidió con un periodo de aumento del costo de vida y una disminución del salario real, que alcanzaba, en ese mismo periodo, el índice más bajo registrado entre 1900 y 1940. Hipólito Yrigoyen-presidente popular-promediaba su primer gobierno, cuando tienen lugar en la Capital Federal huelgas que se prolongan, represión policial con víctimas, violencia y nueva represión en el sepelio de militantes obreros caídos y un encadenamiento de hechos violentos en los cuales la protesta obrera y la militancia anarquista convergieron para generar una situación de desborde, en la cual fueron tomadas comisarías y edificios públicos. La magnitud de la conmoción social de enero de 1919, dejaría profundas huellas en la memoria popular, y en las diferentes clases de la sociedad argentina. Haría su aparición, una literatura de carácter social[1].

Medio siglo después, la expansión del movimiento político juvenil durante la década del sesenta fue parte del proceso de cambio, el comienzo de la lucha armada, los primeros conjuntos de rock nacional, signos de la emergencia cultural y política de la juventud como sujeto activo y como destinatario de mensajes especialmente dirigida a ella[2]. Todo esto se prolongo durante la década del setenta. Pero hubo un pico en la represión dura de 1969 durante el gobierno de facto del General Juan Carlos Onganía, donde tuvieron lugar en Córdoba los hechos de violencia que fueron conocidos como el “Cordobazo”. El “Cordobazo” marcó un hito y en alguna medida fue el inicio de la década más violenta de la Argentina que fueron los años setenta. Luego de un breve periodo democrático, el régimen instaurado en 1976 intentaría inmovilizar las posibilidades de protesta social, e imprimir un carácter técnico a su gestión. Así se clausuraron muchos canales de participación popular y se apuntaba a la desmovilización social mediante la represión[3].

Retomando la línea de los estallidos, en 1989, ocurren los saqueos generados por la hiperinflación. Fue un hecho de génesis predominantemente social, con menos ingredientes políticos e ideológicos que los anteriores y que responden a una nueva realidad social que es la existencia de un segmento importante de personas que están fuera del sistema formal y que son trabajadores en negro y subocupados, que en la vorágine de la hiperinflación quedan fuera de la posibilidad de consumir alimentos. Entre el 16 de mayo y el 9 de julio, hubo 676 saqueos a lo largo de un período de 52 días. Alfonsín dicta el estado de sitio sin convocar a las Fuerzas Armadas y el orden recién se restablece cuando asume Menem, cinco meses antes de la fecha prevista. Los saqueos se repiten con menor intensidad a comienzos de 1990 (se realizan 95) durante la hiperinflación que se produce al comienzo del gobierno de Menem.

Diciembre de 2001

En Diciembre de 2001, pasada más de una década, los saqueos afectaron nuevamente a la sociedad argentina. La restricción a los depósitos generaba una drástica caída de los ingresos del 60% de la población que estaba fuera del sistema formal, en esos momentos el desempleo llegaba al 20%, siendo el récord histórico, luego que el país sufriera tres años y medio de recesión. La limitación del uso del efectivo, acentuaba la impotencia de las clases medias que ambicionaban comprar dólares para cubrirse de las contingencias futuras, y agravaba la insuficiencia alimentaria de los marginados, fue así que se ponía en marcha el cacerolazo[4].

Entre el 13 y el 20 de diciembre de 2001, tuvieron lugar 461 saqueos, con un fenómeno que en magnitud supero al de 1989, pero que comparado, el desempleo era más del doble y la violencia social y la delincuencia se habían incrementado considerablemente, con lo cual la situación se fue haciendo más delicada. El ex Presidente De la Rúa decretó el estado de sitio.

Los movimientos sociales que comenzaron a tener trascendencia en la década del noventa en la argentina fueron variados[5], pero empezaron con los denominados “piqueteros”, que enfrentaron la enajenación de YPF[6], por parte del gobierno del ex presidente Carlos Saúl Menem. Poco a poco se fueron sumando los movimientos de trabajadores de empresas en quiebra, organizaciones de desocupados y asambleas barriales, otros espacios como los grupos de trueque, quienes reemplazaron las operaciones de compra-venta de transacción monetaria y en algunos casos, mas tarde se convirtieron en cooperativas de trabajo.
En el origen, la gran mayoría de las organizaciones sociales estuvieron originadas en el desempleo estructural de larga duración que promedio los dos dígitos, durante toda la década de los años noventa,  teniendo en cuenta que nunca descendió de 10% en el Gran Buenos Aires (GBA) y diversas localidades del interior del país.

Las condiciones socio-económicas fueron la causa principal del fenómeno de los movimientos sociales, que junto a la oposición oficialista, acelero el proceso de deterioro del gobierno del ex presidente De la Rúa, periodo en el cual finaliza más de una década de aplicación de políticas neoliberales[7].

La crisis se espiralizó: Domingo Cavallo diseñaba y anunciaba el famoso “corralito” bancario, que implicaba un congelamiento de depósitos por 90 días. Argentina lograba cubrir sus vencimientos de deuda el 14 de diciembre, pero el gatillo de la crisis era social: tras dos semanas de “corralito”, y con el efectivo retenido, comenzaron los saqueos y la desesperación. Estallo la violencia y el estado de sitio. Fernando De la Rúa renunció y se fue en el ya célebre helicóptero presidencial dejando tras de sí, un país en llamas.

 

 



[1] Reyna Almendos, Hacia la anarquía. Examen de la política radical, 1919; Villalobos Domínguez, Evitemos la guerra social, Buenos Aires, Editorial: Tor 1919; Gancedo A, Justicia social. Hacia la paz. Buenos Aires, Imprenta Rinaldi, 1920; Magia Floreal, Enero rojo, semana negra, Buenos Aires, Editorial Cartago, 1974; Viñas David, En la semana trágica, Buenos Aires, Editor: Jorge Álvarez, 1966

[2] Clementi, Hebe, Juventud Política en La Argentina, Buenos Aires, Siglo XX 1982.

[3] Jorge Rafael Videla, The Times, Londres, 4-1-78, “Un terrorista no es simplemente alguien con un fusil o una bomba, sino alguien que despliega ideas que son contrarias a la civilización occidental y Cristiana”

[4] Kammerer María Luján y Sánchez Roncero María Victoria, “El cacerolazo como nueva forma de expresión popular”

 

[5] Marisa Revilla Blanco, Nueva Sociedad 227, Pág.60 cit. Episodios y procesos: ¿cambios en los repertorios de acción en América Latina?: Desde finales de los 90, se observa una tendencia general al incremento de la conflictividad. La conflictividad en ese periodo se concentra en la zona andina, mientras que en el Cono Sur se puede observar una disminución, con las excepciones de Argentina y Paraguay

[6] Calderón (2006) y Escobar (2010); Para superar expectativas frustradas, se unen quienes habían planeado su vida y desarrollo alrededor de una empresa del Estado.

 

[7] Garretón, Manuel Antonio,  “La transformación de la acción colectiva en America Latina”, Capitulo V, Pag. 13. El cambio de matriz sociopolítica en América Latina El neoliberalismo como intento de negar la política a través de una visión distorsionada y unilateral de la modernización expresada en una política instrumental  que sustituye la acción colectiva por la razón tecnocrática y donde la lógica del mercado parece aplastar cualquier otra dimensión de la sociedad.