Los fenómenos que vienen sucediendo en Chile, Colombia y Perú, no son episodios aislados ni desconocidos. Los estallidos sociales con violencia tampoco fueron un hecho nuevo en América Latina, en 2001. Nombres como el “Bogotazo” o el “Caracazo”, la revuelta popular que estalló en Caracas de 1989, momento en el que la protesta se convirtió en uno de los aspectos más característicos de la vida cotidiana en la capital de Venezuela – y que contribuyó a crear las condiciones políticas que llevaron a Hugo Chávez al poder en Venezuela- son recordados como sucesos de fuerte conflicto político y social.
En la historia
argentina son varios los episodios de conflictos y violencia social que han
marcado hitos. En el verano de 1919, tuvo lugar la llamada “Semana Trágica”.
Durante los años de la Primera Guerra Mundial comienza uno de los periodos
huelguísticos más importantes de la historia argentina. Este alcanza en 1919 el
número de huelguistas y de huelgas más elevados en los cuarenta años del siglo,
afectando casi el ochenta por ciento de la población obrera de Buenos Aires. La
ola de huelgas coincidió con un periodo de aumento del costo de vida y una
disminución del salario real, que alcanzaba, en ese mismo periodo, el índice más
bajo registrado entre 1900 y 1940. Hipólito Yrigoyen-presidente
popular-promediaba su primer gobierno, cuando tienen lugar en la Capital
Federal huelgas que se prolongan, represión policial con víctimas, violencia y
nueva represión en el sepelio de militantes obreros caídos y un encadenamiento
de hechos violentos en los cuales la protesta obrera y la militancia anarquista
convergieron para generar una situación de desborde, en la cual fueron tomadas
comisarías y edificios públicos. La magnitud de la conmoción social de enero de
1919, dejaría profundas huellas en la memoria popular, y en las diferentes
clases de la sociedad argentina. Haría su aparición, una literatura de carácter
social[1].
Medio siglo
después, la expansión del movimiento político juvenil durante la década del
sesenta fue parte del proceso de cambio, el comienzo de la lucha armada, los
primeros conjuntos de rock nacional, signos de la emergencia cultural y
política de la juventud como sujeto activo y como destinatario de mensajes
especialmente dirigida a ella[2].
Todo esto se prolongo durante la década del setenta. Pero hubo un pico en la
represión dura de 1969 durante el gobierno de facto del General Juan Carlos
Onganía, donde tuvieron lugar en Córdoba los hechos de violencia que fueron
conocidos como el “Cordobazo”. El “Cordobazo” marcó un hito y en alguna medida
fue el inicio de la década más violenta de la Argentina que fueron los años
setenta. Luego de un breve periodo democrático, el régimen instaurado en 1976
intentaría inmovilizar las posibilidades de protesta social, e imprimir un
carácter técnico a su gestión. Así se clausuraron muchos canales de
participación popular y se apuntaba a la desmovilización social mediante la
represión[3].
Retomando la
línea de los estallidos, en 1989, ocurren los saqueos generados por la
hiperinflación. Fue un hecho de génesis predominantemente social, con menos
ingredientes políticos e ideológicos que los anteriores y que responden a una
nueva realidad social que es la existencia de un segmento importante de personas
que están fuera del sistema formal y que son trabajadores en negro y
subocupados, que en la vorágine de la hiperinflación quedan fuera de la
posibilidad de consumir alimentos. Entre el 16 de mayo y el 9 de julio, hubo
676 saqueos a lo largo de un período de 52 días. Alfonsín dicta el estado de
sitio sin convocar a las Fuerzas Armadas y el orden recién se restablece cuando
asume Menem, cinco meses antes de la fecha prevista. Los saqueos se repiten con
menor intensidad a comienzos de 1990 (se realizan 95) durante la hiperinflación
que se produce al comienzo del gobierno de Menem.
Diciembre de 2001
En Diciembre de
2001, pasada más de una década, los saqueos afectaron nuevamente a la sociedad
argentina. La restricción a los depósitos generaba una drástica caída de los
ingresos del 60% de la población que estaba fuera del sistema formal, en esos
momentos el desempleo llegaba al 20%, siendo el récord histórico, luego que el
país sufriera tres años y medio de recesión. La limitación del uso del
efectivo, acentuaba la impotencia de las clases medias que ambicionaban comprar
dólares para cubrirse de las contingencias futuras, y agravaba la insuficiencia
alimentaria de los marginados, fue así que se ponía en marcha el cacerolazo[4].
Entre el 13 y el
20 de diciembre de 2001, tuvieron lugar 461 saqueos, con un fenómeno que en
magnitud supero al de 1989, pero que comparado, el desempleo era más del doble
y la violencia social y la delincuencia se habían incrementado
considerablemente, con lo cual la situación se fue haciendo más delicada. El ex
Presidente De la Rúa decretó el estado de sitio.
Los
movimientos sociales que comenzaron a tener trascendencia en la década del
noventa en la argentina fueron variados[5],
pero empezaron con los denominados “piqueteros”, que enfrentaron la enajenación
de YPF[6],
por parte del gobierno del ex presidente Carlos Saúl Menem. Poco a poco se
fueron sumando los movimientos de trabajadores de empresas en quiebra,
organizaciones de desocupados y asambleas barriales, otros espacios como los grupos
de trueque, quienes reemplazaron las operaciones de compra-venta de transacción
monetaria y en algunos casos, mas tarde se convirtieron en cooperativas de
trabajo.
En el origen, la gran mayoría de las organizaciones sociales estuvieron
originadas en el desempleo estructural de larga duración que promedio los dos
dígitos, durante toda la década de los años noventa, teniendo en cuenta que nunca descendió de 10%
en el Gran Buenos Aires (GBA) y diversas localidades del interior del país.
Las
condiciones socio-económicas fueron la causa principal del fenómeno de los
movimientos sociales, que junto a la oposición oficialista, acelero el proceso
de deterioro del gobierno del ex presidente De la Rúa, periodo en el cual
finaliza más de una década de aplicación de políticas neoliberales[7].
La
crisis se espiralizó: Domingo Cavallo diseñaba y
anunciaba el famoso “corralito” bancario,
que implicaba un congelamiento de depósitos por 90 días. Argentina lograba
cubrir sus vencimientos de deuda el 14 de diciembre, pero el gatillo de la
crisis era social: tras dos semanas de “corralito”, y con el efectivo retenido, comenzaron los saqueos y
la desesperación. Estallo la violencia y el estado de sitio. Fernando De la Rúa renunció y se
fue en el ya célebre helicóptero presidencial dejando tras de sí, un país en llamas.
[1] Reyna Almendos, Hacia la anarquía. Examen de la política radical, 1919; Villalobos Domínguez, Evitemos la guerra social, Buenos Aires, Editorial: Tor 1919; Gancedo A, Justicia social. Hacia la paz. Buenos Aires, Imprenta Rinaldi, 1920; Magia Floreal, Enero rojo, semana negra, Buenos Aires, Editorial Cartago, 1974; Viñas David, En la semana trágica, Buenos Aires, Editor: Jorge Álvarez, 1966
[2] Clementi, Hebe, Juventud Política en La
Argentina, Buenos Aires, Siglo XX 1982.
[3] Jorge Rafael Videla, The Times, Londres,
4-1-78, “Un terrorista no es simplemente
alguien con un fusil o una bomba, sino alguien que despliega ideas que son
contrarias a la civilización occidental y Cristiana”
[4] Kammerer María Luján y Sánchez Roncero María Victoria, “El cacerolazo como nueva forma de expresión popular”
[5] Marisa Revilla Blanco, Nueva Sociedad
227, Pág.60 cit. Episodios y procesos: ¿cambios
en los repertorios de acción en América Latina?: Desde finales de los 90, se observa una tendencia general al
incremento de la conflictividad. La conflictividad en ese periodo se concentra
en la zona andina, mientras que en el Cono Sur se puede observar una
disminución, con las excepciones de Argentina y Paraguay
[6] Calderón (2006) y Escobar (2010);
Para superar expectativas frustradas, se unen quienes habían planeado su vida y
desarrollo alrededor de una empresa del Estado.
[7] Garretón, Manuel Antonio, “La transformación de la acción colectiva en America Latina”, Capitulo V, Pag. 13. El cambio de matriz sociopolítica en América Latina El neoliberalismo como intento de negar la política a través de una visión distorsionada y unilateral de la modernización expresada en una política instrumental que sustituye la acción colectiva por la razón tecnocrática y donde la lógica del mercado parece aplastar cualquier otra dimensión de la sociedad.
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