En el capitalismo de producción y trabajo no existían los golden boys. Los bancos desempañan el papel reservado al mercado financiero, no los picaros. En Argentina hubo un tiempo donde ni el país ni las empresas salían a colocar títulos empapelando el mundo. Iban a los bancos o a los organismos multilaterales de crédito a buscar financiamiento para ser aplicado provechosamente en un proyecto. Vivíamos en una sociedad más igualitaria. Los argentinos éramos los mejores pagados y trabajábamos y teníamos tiempo para la familia, el futbol y los amigos. Teníamos altas tasas de sindicalización, instrumento de disuasión muy eficaz para lograr equilibrios en la distribución del ingreso. Pero un día llegaron los yuppies y la financiarización de la economía. Así estamos cuarenta y cinco años después.- ¿Cómo seguimos?-
Una
opción es el esquema básico que buscó aumentar al máximo sus beneficios en un plazo
corto de tiempo y lo consiguió. El mismo que desde la oposición ahora pide
planes a largo plazo, cuyo horizonte como oficialismo nunca pasó del trimestre,
una perspectiva estadounidense en el que el (quarter) es la constante
preocupación. Los resultados trimestrales. Esta visión no se esfuerza demasiado
en pensar por el futuro de la gerencia intermedia ni los empleados de la
empresa, mucho menos por la armonía social ni la eficacia económica. Pero de
ninguna manera representa el pensamiento empresario en forma exclusiva. Miremos
a Hugo Sigman, el médico psiquiatra que modificó el paradigma farmacéutico.
La
teoría hegemónica tanto en la enseñanza como en la investigación económica argentina
es inconcebiblemente estadounidense. Simplemente no somos EE.UU., existen otros
países y asuntos económicos que no están contemplados. Para ese ideal no puede
haber más que una lógica pura y eficiente que es la economía de mercado, todo el
resto que mezcla el carácter institucional, lo político o social, la
racionalidad de los precios, no es más que corrupción y decadencia.
Hay
que beneficiar a los ricos para que sean más ricos y los pobres que se pongan a
trabajar en lugar de esperar programas sociales diseñados para ejercer la
pereza. Esta hegemonía cultural
sobrevivió a todas las vicisitudes de la historia de los últimos cuarenta
y cinco años y no deja de reforzarse, como si la chilenización argentina fuera
un proceso inexorable, superando cualquier crítica.
En
solo cuatro años se ha dilapidado el 43% del PBI. Mientras continuamos mirando
los fuegos artificiales del obelisco, los beneficiarios del hundimiento siguen
aplaudiendo desde Miami y felicitando a Pepita la pistolera desde la Costa Azul.
El cosmos infantil organizado quedó detrás del decorado de Costa Salguero y dejó
una realidad muy distinta. Degradación social, primer puesto en fuga de
capitales y último lugar en vacunaciones. Otra vez los golden boys superdotados
de las finanzas hicieron fortunas en dos años y dejaron el país en la ruina. A
pesar del anti peronismo visceral de los industriales argentinos, aunque no lo
reconozcan en público, esta situación les dinamitó la cotización de sus
empresas.
La
frontera que separa a un país en decadencia de uno prospero está representada,
en parte, por la preferencia por la construcción de un futuro y por el goce del
presente. Hay que entender que estamos en un sistema capitalista donde es más
que razonable que esa preferencia empresaria se mida en término de impuestos,
préstamos y tasas de interés. No somos un país comparable a otro. Vivimos en un
gran territorio con extraordinaria concentración de riqueza y mayoría electoral
peronista. Para la generalidad de los ricos y una considerable parte de la
clase media la noción de justicia social es considerada casi revolucionaria,
indecente, para quienes el único sustituto aceptable en la lucha contra la
pobreza es por medio de la caridad y las iglesias. Cualquier cuestión referida
a la Seguridad Social es interpretada como “contra las clases dirigentes”.
En
lo único que nos parecemos a EE.UU. es en la baja tasa de ahorro, la diferencia
es que nosotros no podemos darnos el lujo de decir que el déficit comercial es
una señal de vitalidad económica y cuando recibimos capitales financieros en
dos años huyen. Tampoco tenemos dólares ni los imprimimos por billones para
pagar las cuentas.
La
opción sigue siendo la economía de producción y trabajo gestionada a largo
plazo (aun sin presentar el plan que piden quienes perdieron las
presidenciales), pero con objetivos muy claros, concretos y diametralmente
opuestos a los deseados por la oposición. Esto implica poner el horizonte más
allá de las Islas Caimán y de los Panamá Papers. Par eso hay que llamar a los
empresarios y sentarlos en una mesa de concertación económica y social, como
había anunciado el presidente Alberto Fernandez.
La
cuestión que se debería plantear es el régimen economico, que nunca es
homogéneo ni gestionado de la misma forma, durante más de tres periodos. Y, solo
hay dos maneras de construir riqueza: siendo competitivo en la producción o habilidoso
para la especulación. La total liberación de las transacciones, las
devaluaciones, la caída del salario, no bajaron los costos como creía el grupo
productivo más grande, ni trajeron la posibilidad de comprar con crédito UVA
como pensaban los economistas de Cambiemos.
En
otro orden de cosas nunca jamás, se habían visto tan reducidos los lazos afectivos
que unían a los accionistas propietarios con sus empresas. Durante el periodo
anterior ni siquiera fue el objetivo parcial la renta operativa de sus
empresas, sino la jugada financiera y la formación de activos externos (fuga).
Esa búsqueda desmedida estuvo totalmente desconectada de las realidades argentinas
concretas por cuatro años. El delirio financiero especulativo, que ha generado
ganancias enormes sin fundamento real, trajo efectos desmoralizantes en el
empresariado productivo nacional y de las PyMES. Este aspecto no debe ser
subestimado, no es menor.
Históricamente
en la Argentina ser accionista o propietario de una empresa, nunca tuvo la
lógica estadounidense, la empresa no es un paquete de acciones (Keynes). En EE.UU.
el dinero es el fin en sí mismo, las empresas y las cosas son medios. Da igual
comprar una empresa o una obra de arte. Se adquiere y desguaza sin que se
derrame una lágrima. Los colaboradores, son “capital humano” o “recursos humanos”,
más que “seres humanos” con familia, proyectos y una vida, como en Alemania,
Italia o Francia. La impaciencia del bolsista no es la del constructor, o del
empresario metalúrgico, todo tiene un espíritu monetario que suplantó hace
mucho tiempo el espíritu del dueño. Los empresarios norteamericanos son
renuentes a asumir riesgos industriales, por eso sus grandes marcas se
manufacturan en las factorías medievales del sudeste asiático.
En
2016 la desregulación se convirtió en un concepto de fe, un credo de los CEOs
que gobernaron el país. El libertinaje llegó al colmo, dos años jugando a la
ruleta rusa financiando inversiones en LEBACS con deuda externa para después
pasar capital e intereses a dólares y regresarlos al lugar donde vinieron. Esa conmoción
de alrededor de u$s 100.000 millones indiscutiblemente propagó las perturbaciones
que hoy nos escandalizan.
Es
justamente ese comportamiento lo que se debería contrastar con una recuperación
real y que pueden producir las empresas más lucidas, como fue entre 2003-2007.
Recuerde que mientras los pronósticos de los macroecolobbistas en esos años
daban caídas o leve subas del PBI, la economía creció a tasas chinas 30%. Hoy tenemos
el ejemplo de una automotriz alemana que invertirá u$s 1.000 millones para la
modernización de dos plantas industriales. La firma está exportando cajas de
cambio manuales desde Córdoba y ya incorporó un segundo turno de producción.
Todos
sabemos en la Argentina quienes son los empresarios que se identifican con su
empresa, en cambio hay legionarios que hoy están y mañana huyen a otra parte,
con todo lo que ganaron en la Argentina. Inclusive existen directivos
legionarios sin sentido de pertenencia, ni afecto por la empresa donde trabajan.
Son ejecutivos que cuando ven venir la crisis se escapan con su dinero.
Nada
ha de ser tan determinante para la Argentina y se puede discernir muy bien entre
empresarios y legionarios. Con los mismos títulos en la tarjeta de visita, hay
diferencias esenciales. El verdadero obstáculo no es ser el heredero, si
desempeña la función social que tiene que acometer. En la Argentina hay
empresas nacionales que bajo el régimen de los emperadores antoninos designan a
un hijo que luego se les convierte en legionario. Y, en lugar de proseguir la
obra de su familia, capitalizar y crecer; elige la opción offshore.
En
el modelo de producción y trabajo, los propietarios buscan ganancias mediante
el desarrollo de la empresa y no del nomadismo financiero. No existe oposición
entre ganancia social y éxito empresarial, sino un sentido de tiempos diferentes.
En ningún país del sistema se discute la propiedad, ni la empresa se disocia de
su función social. Cambian las formas, pero esto es general. Cualquier lector
sabe que por debajo de cierto nivel de pobreza el marginado se convierte en
irrecuperable. No queremos vivir en esa sociedad.
Nadie
discute la inclusión del sector empresarial en una concertación, pero ya no se
trataría de un capitalismo de legionarios como el que vimos. Los verdaderos
países serios como Alemania y Francia tienen empresarios y trabajadores con
valores en común y sus sociedades son más igualitarias que las británicas y
estadunidenses. No son países comunistas, todo lo contrario, son economías de
mercado con contenido social e instituciones poderosas. La seguridad social fue
inventada por Bismark en 1881. La síntesis equilibrada de un capitalismo con
justicia social, asombrosamente nunca es mencionada por los ecolobistas, porque
su equilibrio es seductor y su eficacia no es menor. En esas economías no se
necesitan ecolobistas.
*Profesor de Postgrado y Maestrías en UBA y UADE.
Máster en Política Económica Internacional, Doctor en Ciencia Política, autor
de 6 libros.Investigador PID del Doctorado en UADE. Puede
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