Hoy me decía un amigo que asumía que como
el oficialismo había ganado por “semejante paliza” en 2011 (casi 55%), el gobierno
mostraría una mejor disposición para avanzar en la construcción de consensos
con la oposición. Lo cierto es que la oposición no es un partido político, y nunca
le dio tregua; por otra parte el oficialismo, redobló la apuesta y aceleró la
profundización de su modelo político y estilo. La criticada "lógica del conflicto y la confrontación"
encarna la esencia misma de las reformas encaradas y la resistencia. “Conflicto”, no tiene
porque ser una mala palabra. A comienzos del siglo XIX había en Europa un profundo
conflicto entre liberalismo y democracia. El
liberalismo era admisible para el mundo en general, aunque hablar
de
democracia era en extremo despectivo, como lo es actualmente hablar de populismo. En aquel tiempo la democracia se identificaba con el
jacobinismo, o el gobierno de la turba. Fue necesario transitar conflictos y
revoluciones durante todo el siglo XIX, para que se diera un compromiso estable
entre liberalismo y democracia. En Latinoamérica aquel liberalismo europeo
inteligente que aceptó la democracia, nunca existió. Las aspiraciones del
pueblo latinoamericano nunca fueron viables a través de las políticas liberales,
ni los liberales tampoco han sido liberales. Cada vez que las aspiraciones
del pueblo comenzaban a convertirse en reclamos políticos, los supuestos
liberales, apelaban al totalitarismo que albergaba enfoques económicos
emparentados con el liberalismo, pero más bien conservadores y, claramente
opositores a cualquier causa popular.
A través de la democracia, el peronismo simbolizó
la alternativa frente a las dictaduras militares argentinas, que desdibujaron la
visión demo-liberal, y aun los nacionalismos que hubo en algunas dictaduras.
Hoy vemos en la región, gobiernos de centroizquierda, con ideología
nacional y popular (como el peronismo), que no menosprecian las formas
democráticas liberales.
En nuestros países, cada vez que asoma un riesgo para la
democracia, nunca proviene de un proceso político popular, sino más bien, del
desvío del falso liberalismo, conservador y autoritario.
Esta semana, la Presidenta de la Nación tuvo que aclarar que
siempre fue peronista, porque quienes-literalmente la odian-le atribuyen etiquetas de
"gobierno autoritario" o “socialista”, para invocar y exacerbar los
sentimientos más reaccionarios de quienes todavía no soportan la
democracia. También se hacen comparaciones antojadizas con otros países de la región,
no desprovistas de una intencionalidad pecaminosa. Se aprovechan porque no todos
los ciudadanos distinguen entre los populismos de Latinoamérica. Cada
gobierno en la región, expresa distintas expresiones y grados de profundidad populista-que tampoco es una mala palabra-; y definitivamente, no son iguales.
No se puede comparar la Argentina de Cristina peronista, con la Venezuela de Maduro
socialista, es absurdo; cada experiencia tiene la perspectiva cultural de sus
propias tradiciones e historia. Si el modelo venezolano en la Argentina es
indeseable para un amplio sector de la sociedad, también vale la pena decir que es políticamente inviable, por lo cual no debería ser necesario refutar una hipótesis de futuro "a la bolivariana".
En la Argentina hay una sociedad que creó un perfil mas afín al de sociedades más desarrolladas, y está mucho mas estructurado. Cada país tiene sus propias
carreteras en América Latina, aunque existan elementos comunes. Uruguay y
Brasil con gobiernos de centro-izquierda, no han realizado cambios profundos, pero son populares. Brasil
es cauteloso, tiene una experiencia histórica distinta, y es un país
regionalizado, por eso en estos dias Dilma se encuentra articulando intereses diferentes, y no
confrontando. Tratemos de profundizar nuestra educación política, para que los “picaros”
no nos engañen, no todo es lo mismo, y peronismo-aunque con diferentes expresiones-
hay uno solo.
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