Argentina está demostrando estar preparada para soportar mejor que durante otros choques exógenos los efectos de la actual crisis internacional. El modelo productivo en marcha desde hace 7 años, permite transitar la crisis con derivaciones más templadas que las que están sufriendo otros países en términos de desocupación y ausencia de fondeo. Esto es posible porque desde 2003 se mantuvo vigente y constante una política de superávit fiscal y comercial, sin la cual estaríamos padeciendo hoy las situaciones que se están viviendo en muchos países de Europa central-oriental, cuyas calificaciones de riesgo han sido siempre más virtuosas que las nuestras. La renegociación de la deuda que finalizó en 2005, permitió al país no asfixiar el incipiente proceso productivo en marcha y, juntamente con el mantenimiento de un tipo de cambio competitivo el PBI creció por encima del 8% anual promedio, hasta 2008, superando 107 años de historia económica. Todo esto permitió recuperar la confianza nacional otorgando a la Argentina la posibilidad de volver a insertarse en el mundo sin abandonar su identidad natural.
En la década del noventa propuse cambiar el eje de financiamiento externo con incesantes colocaciones de bonos en el mercado voluntario, por un modelo de financiamiento genuino a través de las exportaciones, dejando para siempre una economía de enfoque exclusivamente financiero, para pasar a una economía de inversión productiva-no especulativa. Trabajo argentino y exportaciones. Hoy los países que más sufren la crisis mundial son aquellos donde el sistema financiero era una fiesta con apalancamientos grotescos, que prosiguieron soplando el globo del endeudamiento que condujo al colapso.
No veo a este gobierno retrocediendo, sino restableciendo el modelo productivo que tanto resultado le diera entre 2003-2008, fortaleciendo la industria argentina y protegiendo el trabajo.
Quienes se niegan a un Estado presente, que no tenga injerencia en las decisiones del sector privado, en un contexto como el actual, indirectamente están proponiendo prácticas que ya hemos probado durante los años noventa, donde el Estado se apartó en forma concluyente, con resultados verificados: default, devaluación, desocupación, destrucción del aparato productivo. En el mundo, algunos bancos quebraron, otros siguen rindiendo test de resistencias, y la mayoría fueron asistidos con salvatajes extravagantes. Estatizaciones lisas y llanas. En Argentina se tomaron las medidas “posibles” ante un entorno hostil y complicado para poder mantener un mercado interno pujante. La eliminación de la tablita “Machinea”, la movilidad de laS jubilaciones y los aumentos para municipales y universitarios, son algunos ejemplos. Programas de crédito con fuerte subsidio de tasa a través de ANSES y SEPYME, programas de incentivos para la compra de bienes durables, incentivos para la formalización de trabajadores en materia previsional y tributaria, y ley de exteriorización de capitales para las inversiones. Hasta aquí las cosas, habrá que aguardar que la crisis comience a disiparse para comenzar a discutir estrategias de mediano y largo plazo, cuyas reflexiones hoy lucirían como abstracciones fantásticas y caprichosas.
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