Mentir ... una de las reglas de juego, aún de los operadores y corredores de menor relevancia en Wall Street. Parte integrante del modo de operar, esto lo saben los ex oráculos y colaboradores de Lehman Brothers quienes distribuían sentencias lapidarias en su rol de “tribunales de ética financiera soberana”, como la compartida por un compatriota, ex secretario de estado en Argentina, conchabado “pos mortem” en su función pública.
La línea que separaba el comportamiento delictivo de “los mejores muchachos”, con la manera común de hacer negocios, siempre fue muy imprecisa y difícil de determinar. Las conspiraciones ilegales entre operadores para fijar precios, comunicándose por teléfono con histérico apuro y tensión, antes de iniciarse la rueda, era común ya hace 20 años (recuerde la película Wall Street-1987). Muchas veces la táctica consistía en desorientar a los colegas tentados a unificar ofertas, valía todo. Hasta los mismos condiscípulos se mentían entre sí habitualmente.
La negligencia de la FED y el sector público con respecto al manejo de la banca de inversión y las consecuencias de su desidia es indiscutible. Aceptaron primero que el engaño como práctica de esos negocios fuera moneda corriente, y luego les permitieron transitar todo el tiempo-finalizando con las hipotecas- por el borde de la cornisa para conseguir mayores ganancias y bonus. Han sido ellos mismos con su silencio, los promotores de una cultura que toleró comportamientos frecuentes lindantes con el delito. Ahora están investigando, pero es así como las posibilidades de transgresión generaron el ámbito para que estemos asistiendo a esta fenomenal catástrofe. No obstante el concepto: “mercado” es clave, y ha sido funcional a todo este esperpento que se ha manifestado en forma repentina para la gente menos atenta. En su naturaleza y sustancia, la incondicional libertad de los mercados habitó aceptada por siglos como una verdad bíblica, por sus insustituibles propiedades distributivas.
Uniendo ahora, la mentira y la libertad incondicional de los mercados, obtuvimos “la ética del engaño”, como una parte del libre juego para comprar y vender aire, y la mentira genuinamente justificada por la tecnocracia que la respalda. “Es lo que hay”, hasta en un partido de “truco” o de “póker”, todos los participantes conocen las reglas del juego dijo un rapavelas. Pero la gran diferencia con estos juegos de cartas, es que NO TODOS LOS PARTICIPANTES pueden levantarse de la mesa y retirarse cuando quieren. Por ejemplo: Los pensionados con sus aportes invertidos en fondos de inversión que poseían acciones. Dado que en los Estados Unidos, la propiedad de acciones o títulos es de fácil acceso-casi popular-, fue la gente común, la que tuvo menos capacidad de reacción ante los sucesos, actuando en inferioridad de condiciones con el resto de los jugadores. La verdad quedó develada, las autoridades están actuando; aunque la mentira montada por estos aventureros, tuvo esta vez las patas demasiado largas.
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