“Stagflation”, es un anglicismo, y en su idioma original, la palabra combina stagnation-estancamiento- e –inflation-inflación-. Inflación con estancamiento, esto es lo que empiezan a intuir los mercados, demostrándolo comprensiblemente con su proverbial ansiedad.
La aplicación de políticas monetarias más restrictivas por parte de los principales bancos centrales del mundo orienta a los operadores en esa dirección. El abandono de la flexibilidad representa un riesgo, aunque el impacto haya sido atenuado y no haya afectado aún, la tasa de crecimiento mundial. Está muy claro que los tres bancos centrales más grandes del mundo están desplazando su accionar, desde la ductilidad, hacia la rigidez. Desde junio de 2004 la Reserva Federal aumentó 16 veces la tasa de referencia transportándola progresivamente de 1% a 5% anual nominal. El Banco Central Europeo, luego de diez trimestres, incrementó su tasa de referencia en Diciembre de 2005, Febrero y Junio de 2006, llevándola de 2.0% a 2.75% anual. El Banco de Japón informó su propósito de abandonar la tasa nominal cero, lo que probablemente ocurrirá durante el presente ejercicio. Esta decisión de poner fin a muchos años de dinero súper asequible, inquieta por sus posibles repercusiones.
También las políticas fiscales lucirán más precavidas en los países centrales cuyos sistemas de seguridad social operan en forma deficitaria. Se distingue desde hace unas semanas, una progresiva preocupación por colocar bajo dominio los desequilibrios fiscales que desafían la solvencia intertemporal del estado, en el largo plazo. Esas debilidades fiscales están excitadas como advertimos, por el déficit de los sistemas de seguridad social que arriesgan el equilibrio a largo plazo en Estados Unidos, Europa y Japón.
Si hablamos de Estados Unidos la burbuja inmobiliaria impulsada por el deporte nacional-los mortgages-podría reducirse y privaría del efecto riqueza que vino estimulando el consumo de las familias. El equilibrio de la economía mundial descansa hasta el momento en dos poderosos engranajes de enigmática sustentabilidad a largo plazo; el consumo de los Estados Unidos de Norte América, y la oferta de bienes de la cada vez más grande República Popular China.
Es importante destacar que desde que se inició el actual ciclo expansivo de la economía mundial, el aumento del consumo de Estados Unidos no fue impulsado por mejoras en el poder adquisitivo del salario, sino por la abundante oferta de crédito hipotecario-mortgages- que creció en forma consistente con la burbuja inmobiliaria. Existen ya señales muy claras de moderación en los precios de los inmuebles, con lo cual el consumo de Estados Unidos podría disminuir. El mecanismo que sostenía el incremento continuo-una cadena articulada: mortgage-inmuebles- aumento de precios-mortgage adicional-consumo-; parece debilitarse.
En términos presupuestarios, si se produce una desaceleración de ingresos por caída de la actividad, y al mismo tiempo se registra un aumento del gasto financiero, podría agravarse el déficit. Contraer la política monetaria en medio de un shock de oferta luce arriesgado, pero -¿quien puede detener la decisión?-. Para completar el panorama un dato clave, el servicio de la deuda pública tendrá el año próximo un crecimiento similar al producto nominal.
En este contexto, la economía Argentina luce mucho más sólida que en el pasado para absorber un eventual shock externo y cuenta con fundamentals macroeconómicos sólido. A la saludable disciplina de superávits gemelos, se suma una menor restricción por parte de los organismos multilaterales de crédito, mas concretamente, podemos estar menos pendientes del FMI, si fuera necesario decidir por políticas activas anti cíclicas. Tampoco el financiamiento externo es hoy una restricción inexpugnable como en el pasado. El test mundial de estas últimas semanas manifestó que Argentina puede soportar mejor las turbulencias externas, con estabilidad del peso y balance cambiario positivo. Sin embargo, no podemos volver a cometer el error de creer que somos invulnerables. Debido al nuevo enfoque de financiamiento establecido, el proceso de propagación de una crisis externa se puede filtrar a través del precio de los commodities. Por ejemplo, una caída violenta en los precios de la soja y el petróleo, podría afectar-en alguna medida- la favorable situación fiscal y externa que nos viene acompañando.
En la coyuntura, podemos observar que la economía recuperó vigor en el segundo trimestre, creciendo alrededor de 2.5/3.0% desestacionalizado. Esta velocidad trimestral anualizada, es superior a la tasa de crecimiento de China, en 2 a 3 por ciento, en un contexto donde nuestra inflación es 50 % menor que la de los Estados Unidos. Seguimos bien.
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