En estos días han reaparecido algunos “encantadores de serpientes”, que luego de un confinamiento auto impuesto (por no dar pie con bola en dos años de pronósticos), comienzan a proponer ejemplos de solución en base a casos críticos que afrontaron otros países, donde se cuenta solo una parte de la historia.
Dicen por ejemplo que Rusia es la fórmula de encaminarse hacia el “grado de inversión”. Resolviendo más rápido la renegociación de la deuda, sus bonos ya pagan una prima de riesgo cincuenta por ciento inferior que a fines de 2002. Pero bueno es recordar que eso sucede en el marco de una dura revisión de las recetas económicas que llevaron a Rusia al default y el encarcelamiento de un personaje, icono empresario de la corrupción que desde el sector privado habría actuado en perjuicio de los intereses nacionales. En ese caso no se habla de seguridades jurídicas que impresionen el flujo de capitales por falta de libertades.
El otro caso que dan es Brasil, que logró bajar el riesgo país. El problema es que fue a costa de una fuerte recesión, que aún con un gobierno de origen popular, comienza a exhibir protestas y fracturas internas dentro del propio partido del presidente.
La situación de esos países no tiene diferencias de matices que permitan extrapolaciones superficiales, sino que combinan características absolutamente diferentes. Brasil tuvo devaluación y no tuvo default y el default de Rusia tuvo un alcance mucho más reducido que el de Argentina, lo que explica que su solución también haya sido mucho más fácil.
Argentina acordó con los organismos multilaterales de crédito, y está negociando la reestructuración de un “festival” de 152 emisiones de bonos. Tampoco es justo llamar “rebote técnico y viento de cola internacional”, a una tasa de crecimiento del PBI de 7,3% anual, aumento de recaudación, 45 % de aumento en las importaciones, casi 16 mil MM de dólares de superávit comercial, estabilidad de precios, estabilidad monetaria y cambiaria, sin desborde fiscal y bajos índices de inflación. Todo eso, además sin muertos civiles en las calles.
De ningún modo es cierta la amenaza de un aislamiento mayor que el que padece Argentina en los últimos tres años, más allá de las declaraciones de estos economistas y ex funcionarios sulfurados, que en última instancia opinan desde su rol de lobbistas, luego de algunas experiencias personales frustrantes.
Vamos a darle una oportunidad a las autoridades de un gobierno que solo lleva seis meses de gestión y transita el periodo que debía desempeñar el gobierno de De la Rúa, que tampoco pudo finalizar el presidente Duhalde.
Un insipiente clima de negocios en Argentina está confirmado con cifras en los indicadores macroeconómicos como el aumento del consumo, 40 % de aumento en la inversión y hasta por las módicas mejoras de salarios de estos últimos meses.
Las especulaciones a las que se apela para comprometer más recursos al pago de la deuda dicen que considerando el superávit primario comprometido (3% del PBI), los recursos afectados al pago de la deuda podrían aumentar en la medida que crezca el PBI nominal y se haga mayor aún, con una eventual apreciación del tipo de cambio. Pues bien, el gobierno ha decidido que no será tan importante la apreciación del tipo de cambio (ya empezó el proceso de devaluación) y no está en discusión que cualquier mejora fiscal será preferentemente destinada a apuntalar niveles de actividad y aspectos sociales.
La idea de un arreglo con menor quita en términos de valor presente pretende ser como mejor recibida, pagándoles además una tasa de interés de 2,5 veces la de la FED a los acreedores bonistas.
Los animosos no sucumben ante el cambio de paradigma y no descansan en la elaboración de falacias desestabilizantes. No exhiben imaginación alguna para aumentar la disponibilidad por vía de las exportaciones y los niveles de actividad económica domésticos, pero no carecen de imaginación para comprometer la interrupción de un proceso de recuperación económica que no tenían previsto.
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