La auto crítica no
implica debilidad, sino fortaleza. Solo niegan el fracaso, los responsables del
incendio en que termino la Argentina de 2001. El proyecto argentino que
comenzó en 2003 tuvo muchos aspectos; si bien hubo viento de cola en los
primeros años, se generaron rentas, que se utilizaron para fomentar el
crecimiento y la inclusión social, como nunca. En el principio el Estado y las
empresas cooperaron estrechamente para recuperar el mercado interno. Una
creciente tasa de ahorro (desde las catacumbas) generó un alto nivel de
crecimiento. Las políticas de igualdad, englobando la educación, contribuyeron
a la creación de un ambiente político y económico más estable y aceleraron el
crecimiento, gracias a la mayor productividad de la fuerza laboral. En la
próxima etapa, si el Estado utiliza el potencial privado, es probable que logre
más éxito en el crecimiento de la tasa potencial, que si intenta reemplazarlo.
La continuidad del crecimiento económico requiere mantener la estabilidad
macroeconómica y política, que nadie se imagine otra cosa porque podemos perder
todo lo ganado. Las medidas que tienden a una distribución más equitativa del
ingreso y que propugnan extender la educación básica, fomentan el progreso
económico. El resultado, como suele decirse, es un “mejor clima para los
negocios e inversiones” y un uso más eficaz del talento argentino. Las políticas públicas se deben adaptar a las cambiantes
circunstancias económicas, en lugar de permanecer inmutables. A medida que las
economías se van tornando más complejas, el Estado tiene menos necesidad de asumir
un papel excesivamente activo y puede preservarse (controlando), para que las
probabilidades de crear dificultades no crezcan.
Entre las deudas pendientes del
activismo, creo que el gobierno tiene que desempeñar un papel decisivo en la
creación de un banco de desarrollo “en serio”, para otorgar créditos de largo
plazo. El Estado debe aplicar todo su poder para captar recursos financieros, de
modo que no solo se estimule el crecimiento, sino que a la vez el mismo sea
sustentable en el tiempo. El crédito no sólo hay que dirigirlo a las áreas
prioritarias, sino que hay que quitárselo a la especulación de una vez por
todas. Hubo muchos años donde las empresas que usaban crédito subsidiado financiaban
compra de dólares para atesorarlos.
Es necesario crear medidas
tendientes a mejorar la cooperación entre el Estado y las empresas, una buena
relación que le permita al Estado diseñar programas que satisfagan las
necesidades de la comunidad empresarial, para crear un clima favorable para los
negocios, alentando a las empresas a encaminar energías en el país.
El hecho de resolver el tema
estadístico para compartir la información, mejorara la calidad de las
decisiones empresariales. Al mejorar las relaciones con el sector
empresario-con reglas claras y controles-, se le permitirá seguir adelante en
la ejecución de sus propios proyectos y se atraerá capital de riesgo. Es
necesario crear “instituciones y mecanismos de ahorro” interno. Al mismo
tiempo, las medidas que establecieron regulaciones prudentes y, en algunos
casos, restricciones, fortalecieron la seguridad y solidez de las entidades
financieras; pero estas aun no se han sentido estimuladas a asumir los riesgos
que demanda el resto de la economía. Falta elaborar una variedad de programas que
incrementen el rendimiento de la inversión privada y faciliten el desarrollo y la
transferencia de tecnología. Se debe proporcionar más infraestructura y generar
un clima receptivo para la inversión, para esto no es necesario bajar banderas,
pero es imprescindible incorporar experiencia. El gobierno apostó a las políticas pro industriales para
alterar la asignación de los recursos de una forma que estimulase el
crecimiento económico; pero no asumió un rol estratégico en la identificación
de las industrias en las que la investigación y desarrollo dijeran que es lo
que rendiría más beneficios. El apoyo brindado a la industria, no se hizo con
la creación de centros científicos y de investigación, ni fijación de normas
para el control de calidad, que contribuyera a alentar más a los inversores
nacionales y PYMES, básicamente.
El hecho de poner el acento en las
industrias con fuertes eslabonamientos hacia atrás y hacia delante, con grandes
externalidades pudo haber contribuido al crecimiento de largo plazo que no sucedió.
La lección es que en el corto plazo, la excesiva rentabilidad no brindó un
aporte potencial al crecimiento de largo plazo.
El gobierno no alentó intensamente
la exportación. El desempeño exportador industrial (con valor agregado) debería
haber sido la clave para la asignación del crédito y las promociones fiscales de
exportación. El foco y los estímulos a las exportaciones hubieran instado a la
adopción de normas de calidad internacionales que luego pudieran acelerar la
difusión de nuestra tecnología. Los elementos esenciales que deberían haber
funcionado como una recompensa eran los reembolsos, reintegros, asignación de prefinanciación,
financiación y post financiación en pesos a tasa subsidiada, con reglas de
medición de desempeño y árbitros que evalúen cumplimientos. Esta probado, antes
de la Reforma Financiera de 1977, los estímulos suministraban fuertes
incentivos y tenían un escaso riesgo, cuando las reglas estaban bien
estipuladas. Una importantísima disminución de la relación deuda/PBI tuvo un
efecto positivo en el crecimiento económico, aunque luzca paradójico no tener
financiamiento. Fueron positivos los efectos sobre el ahorro interno y sobre la
eficiencia con la que se asignó el capital escaso, y el crédito “cero”. También
se incrementó el capital de las empresas y bancos debido a las menores tasas de
interés, aunque esto no aumentó su capacidad para correr riesgos. La falta de insistencia
en exigir determinadas transferencias de tecnología como parte de las
inversiones extranjeras fue un gravísimo error, probablemente hubiera
fortalecido el interés nacional, promoviendo la estabilidad económica e incrementado
el ahorro.
Ninguna política aislada asegura el
éxito por si sola; tampoco la ausencia de un único componente podría haber
llevado al supuesto aprovechamiento de “oportunidades perdidas”. Aunque se
hable de “parches”, el entrelazamiento de políticas que variaron de un periodo
a otro, de todos modos compartía los rasgos salientes de un proyecto. El
gobierno intervino activamente en los mercados, sin reemplazarlos, poniendo
limites solo en los extremos. Guste o no, se genero un clima en el cual las
empresas pudieron prosperar, y aun siguen haciéndolo. Si bien se promovieron muy
poco las exportaciones y la tecnología industrial; se coopero con la industria
y mejoro el ingreso de los trabajadores.
Quizás hubo un poco de viento de
cola, pero el verdadero prodigio había sido político más que la vicisitud económica
internacional. En 2003 se restableció la gobernabilidad y el acatamiento de los
actos presidenciales. Pero tengamos memoria. - ¿Por qué emprendió el gobierno
estas políticas? - En 2001 el pueblo le dijo basta al neoliberalismo de
rendición incondicional a los mercados. Los políticos y los economistas
apestaban, a los diputados los corrían por las calles para pegarles, y hasta a
un anciano economista le propinaron un patadón por la calle Florida.
Dentro de un tiempo podrán extraerse
muchas enseñanzas para impartir a países en crisis terminales, en particular en
lo tocante al uso de los incentivos y de un sector público, que le imprimió
ritmo a la “gestión”, aunque no se haya tenido demasiado éxito en otros
aspectos estructurales de la burocracia. El reconocimiento de fallas
individuales debería dar origen HOY, a una flexibilidad y una capacidad de
respuesta que, en definitiva, constituya la base para que hasta y desde en
2015, el crecimiento sea sostenido y Argentina siga siendo un país para 40
millones de habitantes.