Detrás de cada
una de las intervenciones de Capitanich y el gabinete de ministros, hay una razón
de ser, es mantener y ampliar el proyecto (Nacional y Popular). Es cierto que
de acuerdo a la teoría económica, la situación macroeconómica estaba plagada de
inconsistencias. Pero es cierto también, que los diferentes enfoques de política
económica, no consisten en la “aparente” discusión de la inconsistencia de los Fundamentals
macroeconómicos, sino que siempre apuntan al resultado de una disputa política.
Los antagonismos sociales no son relaciones objetivas, sino el límite de toda
objetividad. La sociedad no es el equilibrio macroeconómico, no es nunca un
orden objetivo, por eso en este proceso se construye “paso a paso”, en derredor
de una imposibilidad final. Retomar la iniciativa política significa hacer la política
económica nuevamente “masticable”. La Argentina no está frente a un “Rodrigazo”,
ni “abanicando a un muerto”, ni en “híper inflación”. El deterioro de ciertas
variables macroeconómicas no conforma ni lejanamente la dimensión de los desastres
que se registraron en 1988/89 ó 2000/2001. En este contexto, es escasísima la
posibilidad de una crisis en 2014, salvo que explote el mundo desarrollado o surjan
torpezas para manejar los actuales problemas, las cosas están bajo control. Entonces,
los eventuales inconvenientes como una aceleración de la tasa de inflación y/o
de la brecha cambiaria, no deberían llevarnos a un deterioro de las
expectativas de los agentes, ni a una reducción del gasto agregado ni del nivel
de actividad.
Desde que
Cristina Fernández de Kirchner cambió el gabinete, el gobierno se abocó a
frenar la hemorragia de divisas y preparar el terreno para un nuevo acuerdo de
precios que comienza el próximo lunes. Se demoro demasiado tiempo, para mi
gusto. Los supermercados aumentan los precios todos los días, en las grandes
superficies, 30 días son 30 años.
La caída de
reservas que se había intensificado desde Septiembre, recién en la segunda
quincena comenzó a controlarse. Entre el 1º de Septiembre y el 6 de Diciembre,
el BCRA acumuló una disminución de u$s 6.200 millones; y se vio obligado a vender
u$s 5.600 millones en el mercado oficial de cambios para abastecer el exceso de
demanda. Pero el torbellino se calmó en la segunda semana de Diciembre, cuando
el BCRA recuperó u$s 42 millones de reservas, gracias al ingreso de u$s 157 millones
de las cerealeras, después de haber perdido u$s 322 millones en la primera
semana de Diciembre y u$s 720 millones de promedio semanal, en las tres semanas
previas. La venta de divisas disminuyó a u$s 200 millones en la segunda semana
de Diciembre, cuando en las cuatro semanas anteriores había promediado u$s 525
millones semanales, hasta donde se, aun en la tercera semana de Diciembre el
BCRA siguió comprando divisas.
Por predominio
de las convicciones no existe voluntad política de corregir “de un saque” el tema
del sector externo, tal cual lo haría un economista neoliberal. Esa metodología
requiere eliminar el cepo cambiario y dejar flotar la moneda en el marco de un
plan económico de estabilización, es por eso que el gobierno volvió a apelar al
“paso a paso”, con medidas parciales –a veces con marchas y contramarchas- para
aumentar la oferta de divisas y otras para frenar la demanda. “Paso a paso”
que, si bien tienen efectos colaterales negativos y obligan a aplicar nuevos “paso
a paso”, suelen dar resultado en el corto plazo. Es muy probable que disminuya
el ritmo de caída del stock de reservas. El gobierno incluso, podría mantener
estable el stock de reservas en torno de los u$s 30.000 millones, hasta
alcanzar la mayor oferta de divisas por la cosecha de soja y maíz.
Decir que el
gobierno-en economía-prefiere el camino del populismo a “lo que hacen los países
supuestamente serios”, es una manera absurda de presentar un argumento; pues
sugiere que el gobierno tiene dos opciones entre las que debería elegir.
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