Esta fue la semana de mayor tensión en los mercados financieros desde la crisis de Lehman Brothers.
En EE UU el Congreso estuvo a punto de declarar un default, antes de elevar su “techo” de endeudamiento. Las dificultades para evitar la cesación de pagos pusieron de manifiesto problemas económicos reales y también desacuerdos políticos casi insalvables. El mundo asistió a una especie de “125 vs. Campo” a la estadounidense, que al final termino con la reducción de la calificación crediticia de la primera potencia mundial.
El presidente Obama debió aceptar hacer el trabajo de un presidente republicano; es decir, aceptar un draconiano ajuste fiscal, abandonando el paradojal “keynesianismo” de Bush, cuando se anuncio el primer impulso fiscal y monetario más extraordinario de la historia estadounidense (T.A.R.P.)
Asi las cosas, Europa encaro un nuevo rescate para Grecia evitando el colapso heleno, pero esta movida solo prolonga la agonía de una muerte anunciada, con un costo social intolerable. Dudas sobre la solvencia de España Italia y aun Francia (con sus bancos), agregaron más tensión, recuerde que solo España e Italia representan el 28% del PBI de la Eurozona. Los mercados financieros reaccionaron catastróficamente, nada parece ser permanente; hubo desesperación el lunes y el miércoles, pero revirtió en hilaridad el resto de los días. Las bolsas experimentaron retrocesos espantosos y recuperaciones absurdas; paradójicamente en medio del pánico, solo eran seguros los bonos estadounidenses-responsables del desorden previo que origino el downgrade otorgado por S&P-.
Tras la intervención del Banco Central Europeo comprando bonos españoles e italianos, se frenó el ataque especulativo, pero la pregunta del millón es: ¿Por cuanto tiempo más?
Existe una realidad indiscutible, la incertidumbre respecto al rumbo de la economía global se mantendrá elevada, como no sucedía desde 2009. La volatilidad de esta semana es un dato, es posible que siga presente el peligro de pánico hasta que no llegue una solución definitiva a los problemas reales que tienen las economías desarrolladas.
Las recetas estándar donde la consolidación fiscal y las reformas estructurales son necesarias para garantizar la sustentabilidad de largo plazo de Europa, agravan las perspectivas de recuperación de la actividad y el empleo.
Lo único seguro es que no se han resuelto ninguno de los problemas que ocasionaron las turbulencias, no existen planes en marcha que ataquen los problemas subyacentes.
En semejante escenario, es posible que Argentina no enfrente una recesión local, aunque obviamente los niveles de crecimiento chino de la mayor parte de los últimos 8 años, se ven condicionados con tamaña incertidumbre.
Los “pesimistas full time” conjeturan:
"Si un estancamiento de los commodities afectara las exportaciones agrícolas, caerán los precios que venían impulsando la bonanza, y sosteniendo los ingresos fiscales" "Si además Brasil (40% de las exportaciones industriales), se ve perjudicado en el turismo y las exportaciones de servicios, nuestro socio se debilitara" "Si la fuga de capitales de Argentina, estimulada con la suposición de una razonable incertidumbre pre electoral sigue deteriorando el frente externo, a razón de USD 2.000 millones mensuales, esto obligara al Banco Central a vender muchos dólares"; también esto impactara, la demanda interna que dejara de crecer.
¿Es este último un enclave que debemos tomar en cuenta?
En toda construcción de hipotesis existe “el escenario catástrofe”, pero también existe la asignación de probabilidades asociadas de ocurrencia. Hoy para mi, el riesgo que una catastrofe mundial ocurra y esta se amplifique sobre la Argentina, con cosecuencias irreparables no excede el 2% de las probabilidades. En cambio creo que Argentina esta mejor parada que nunca para resistir un shock exógeno, y como no comulgo con sortilegos y hechiceros; sigo durmiendo tranquilo y esperando "buenas noticias"
No hay comentarios:
Publicar un comentario