Ha variado de manera específica y contundente la política monetaria del BCRA. Antes de Marcó del Pont, cuando había fuga de divisas, y disminuía la emisión por RIN (Reservas Internacionales Netas), el BCRA salía a ajustar la oferta de pesos a la menor demanda. Para entender bien el efecto de la emisión, en el pasado reciente, poco antes que estallara la crisis financiera internacional, la emisión en Argentina estaba creciendo, aunque la causa principal del crecimiento de la emisión fue la rápida acumulación de reservas internacionales netas (RIN) por parte del BCRA. La prosperidad de las exportaciones netas generaba un aumento en los ingresos, haciendo que las RIN del BCRA crecieran; no obstante con el objetivo de reducir el crecimiento de la emisión, el BCRA subía la tasa de interés para poder esterilizar más pesos vía pases y Lebac. En este momento, la prioridad del BCRA es mantener fijas las tasas para maximizar el crédito. Con Mercedes Marcó del Pont, la oferta de dinero ya no sigue a la demanda. La independencia del BCRA, implicaba independencia frente al gobierno de turno. Este tipo de pretensión mística ha estado presente entre los extravíos legislativos impuestos por el enfoque monetarista y sus feligreses, quienes de manera religiosa exaltan el perfil de la inflación, por encima del nivel general de empleo.
Un BCRA con Roque Fernández y Pedro Pou, cuyo único objetivo comprendía la estabilidad de precios, ignorando el nivel de empleo, la tasa de crecimiento del PBI, y la distribución del ingreso, era una entidad absolutamente indiferente, olvidadiza e infiel con la ciudadanía, en general. Los impulsores de aquella ortodoxia monetaria (que NO FISCAL), presumian que por obra y gracia de la independencia del BCRA habría más empleo y más crecimiento.
Un gobierno independiente, con una plataforma política popular, no puede someterse simplemente a lograr la estabilidad de los precios, mediante una disciplina monetaria restrictiva, con tasas de interés altas que promuevan el desempleo, la caída del salario y el empeoramiento de la distribución del ingreso; como mencione, ya hemos probado esta medicina y no funciona en la Argentina.
También la política cambiaria estuvo sometida al objetivo de la estabilidad de precios, mediante la Ley de Convertibilidad y, ya sabemos como el mismísimo Domingo Cavallo-en persona-, tuvo que despedir “a patadas” al liberto Presidente del BCRA, Pedro Pou.
La Ley de convertibilidad cambiaria, la Ley de convertibilidad fiscal, la Ley de Intangibilidad de los depósitos, iliquidez y escasez del crédito fue lo que destruyo la manufactura exportadora y a los mismos productores agropecuarios que debían competir con altos costos internos enfrentando gangas de importación de productos hechos con mano de obra esclava, financiados con un coste inferior a 1/5 del costo argentino. El dólar a un peso fue funcional al independiente BCRA y a los especuladores que tenían asegurados sus negocios por esta entidad. Industrias que repatriaban ganancias en dólares baratos, llegaban con una inconfesable seguridad jurídica para la inversión, aun perjudicando la capacidad de maniobra del gobierno local que pagaba altos intereses a los bancos y bonistas para financiar sus déficits fiscales.
La renuncia de la soberanía monetaria sometió al estado nacional a la supremacía de los bancos extranjeros y el elenco estable de asesores y lobbistas defensores de sus propios intereses. Este desarrollo de poder, estuvo manipulado por una creciente, sutil y extorsiva recesión, que llevo la tasa de desempleo de 5% a 18%; mientras la distribución del ingreso desmejoraba en forma violenta, porque las tasas de interés reales eran elevadas en dólares, con el objeto de mantener la rigidez cambiaria y monetaria, mientras se podía controlar cualquier presión inflacionaria. ¿Vale la pena volver a todo este vademecum de ingenuidades, solo para alcanzar las metas en materia de inflación?
Según Joseph Stiglitz (Premio Nobel de Economía): "existe una disyuntiva entre el riesgo de aumento de la inflación y una innecesaria subida del nivel del desempleo", un banco central independiente es una anomalía en una democracia y en caso de que existiera un banco central independiente, se debería establecer, como mínimo un mecanismo para garantizar que en éste se escuchen todas las voces y perspectivas implicadas como en Suecia, donde la clase trabajadora está representada en el Banco Central.
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