Afortunadamente el mundo sigue creciendo, lento pero con bajas tasas de inflación, lo cual permite también que permanezcan bajas las tasas de interés. Estados Unidos está creciendo este año a una tasa del 2 por ciento anual, Europa está aumentando casi el 1 por ciento y Japón sigue estancado. Estos tres componentes de la economía internacional son los que más influyen en los promedios generales, dado su peso relativo. Lamentablemente América Latina viene con una pobre performance y Asia sigue afectada por el nuevo y diabólico fenómeno del SARS. Plausiblemente Estados Unidos que creció a tasas promedio del 4 por ciento anual durante el periodo 1996-2000, no contribuye como entonces, cuando se constituía en la locomotora que remolcaba los vagones del resto del mundo. Recuerde que en forma directa Estados Unidos explicaba el 22 por ciento del crecimiento mundial y si agregamos la influencia indirecta determinaba más del 40 por ciento de la tasa de crecimiento global.
Dichosamente la baja de la tasa de interés y la abundante liquidez internacional, han contribuido a que los flujos de capitales comiencen a circular otra vez hacia los países emergentes, haciendo que los indicadores de riesgo país bajen y el dólar se devalúe.
Es decir, todo lo contrario que lo que nos pasó en los años anteriores, en el proceso previo al colapso de la economía, comienza a revertirse de un modo milagroso. No obstante aún la debilidad de la demanda mundial, luego de las guerras de Afganistán e Irak, debilita las posibilidades de recuperación de las economías emergentes.
Si bien las bajas tasas de interés no nos benefician en forma directa por la situación de “default” de Argentina, podemos esperar que parte de los 33.000 millones de dólares que se fugaron del país en solo un año y medio, regresen a causa de los bajos rendimientos internacionales.
Nos alegra la baja de la tasa de interés mundial porque mantiene la precaria situación de solvencia que en medio del estancamiento conserva nuestro principal socio comercial, Brasil. Se estima que este año crecerá alrededor de solo el 1,5 por ciento. De todos modos ese escaso crecimiento influye negativamente en Argentina ya que los envíos a nuestro principal cliente país, que en 1998 representaba el 30 por ciento de nuestras exportaciones, hoy disminuyó hasta el 18 por ciento.
No obstante lo que sí tiene peso para Argentina es la mejoría de la relación en los términos de intercambio. Es decir el aumento de los precios internacionales para nuestros commodities y el petróleo que ahora nos favorecen así como antes nos perjudicaron. En particular se destaca la suba del precio de la soja que representa el 50 por ciento de la producción agrícola total. Las exportaciones del complejo sojero representan la cuarta parte de las exportaciones totales argentinas y aportan el 45 por ciento de la recaudación anual en concepto de retención a las exportaciones. También el petróleo es importante, ya que aporta el 18 por ciento de las exportaciones y contribuye con 1.900 millones de pesos de recaudación por retenciones.
El impacto de la mejora en los precios de nuestros productos es evidente si recordamos que a los precios internacionales vigentes en 2001 hubiésemos embolsado 3.400 millones de dólares menos, que significan 2,8% del PBI. A la sazón, los mejores precios permiten un mayor ingreso de divisas por exportaciones, mayor superávit comercial y de cuenta corriente y se convierte de este modo en un pilar de la recaudación para el comprometido sector fiscal. Que bueno que la mano de Dios empieza a moverse en Argentina, ya que el aumento de precios de nuestros productos no es algo que podamos decidir por nosotros mismos. La apreciación del Euro, también es algo que está jugando a nuestro favor y que antes de ahora nos actuó en contra (el dólar se había apreciado frente al Euro casi 40 por ciento entre 1996 y 2000). Es muy importante porque el aumento de los pesos que ingresan a cambio de los Euro, beneficia al 20 por ciento de nuestras exportaciones que tienen como destino Europa.
Hasta el momento el Presidente Kirchner no ha dado a conocer un programa económico integral, por ahora se ha limitado a atender las acuciantes urgencias que emergen de un periodo de transición que aún nos afecta.
La negociación con el FMI será el puntapié inicial para estructurar un programa en forma posterior, de acuerdo a las restricciones que el acuerdo o “no acuerdo” con este organismo internacional de crédito determine.
De todos modos la situación no es terminal como en 2002, ya que las proyecciones de crecimiento del PBI apuntan a estar por encima del 5 por ciento anual, existe aún un elevado stock de capital y la rentabilidad crece en algunas empresas favorecidas por la coyuntura (las que han ido aumentando los precios manteniendo sus costos, ya que ni las tarifas ni los salarios se actualizaron). Es obvio entonces que a pesar de la situación heredada luego de cuatro años de recesión (anterior al 2002) y las restricciones crediticias que hoy tenemos, la economía seguirá creciendo impulsada por el consumo y la inversión privada. Recordemos que todo esto empieza a despuntar desde niveles de caída espectaculares a nivel mundial e histórico (10,9 por ciento cayó el PBI en 2002).
No obstante no imperar un programa articulado el gobierno tomó medidas económicas. Llamó a negociaciones colectivas “paritarias” que podrían derivar en un aumento de salarios generalizado. Se anticipó el aguinaldo a los jubilados que cobran menos, se incrementaron las jubilaciones mínimas de los afectados por las inundaciones de Santa Fe, se regularizaron las deudas que la Provincia de Entre Ríos tenía con los docentes y se atrasó el ajuste de tarifas para no impactar en forma negativa los ingresos de la población. En cuanto a las inversiones se anunció un plan de obras públicas y para las pequeñas y medianas industrias se aceleró la devolución de reintegros a la exportación para mejorar sus alicaídas finanzas. No es mínimo lo que se hizo en unas pocas semanas a favor de mantener los niveles de actividad.
Hay algunas diferencias importantes en la alquimia que comenzó a vislumbrarse en la recuperación del crecimiento económico observando desde el año 2002, momento en el cual comienza la mejoría de la evolución en los indicadores. Desde Abril a Setiembre de 2002 el crecimiento venía impulsado por el aumento de las exportaciones y la sustitución de importaciones, en cambio se puede afirmar que desde el último tramo de 2002 hasta el presente el crecimiento se puede adjudicar a un aumento del consumo y la inversión.
Aunque la producción industrial se contrajo durante los últimos dos meses, producto del inicio de la competencia con Brasil; lo mas probable es que el PBI agregado muestre un leve crecimiento frente al trimestre anterior debido a que otros sectores de la economía están registrando mejoras. Por ejemplo durante Abril y Mayo la construcción creció alrededor del 13 por ciento. Como entendemos, la construcción es madre de otras industrias y por lo tanto su recuperación impacta en forma directa en otros sectores vinculados.
Por el lado de la política monetaria, el techo de la emisión que se acordó previamente con el FMI, minimizó la demanda de pesos en sus estimaciones. Por esa razón el BCRA (Banco Central de la República Argentina) emite hoy pesos para influir una baja de la tasa de interés real y consecuentemente impulsar el nivel de actividad económica.
Como insinuaba unos renglones arriba, es preocupante la falta de crédito bancario que aunque disminuyó sus niveles de caída no responde a las necesidades de lanzamiento de un sinnúmero de actividades que quieren arrancar. Parece absurdo pero el sistema financiero sigue tomando depósitos que acumula en forma de liquidez y los inmoviliza de un modo perjudicial para el resto de los actores. El argumento que los bancos dan, es que aún genera temores la posibilidad de que la Corte declare la redolarización de la economía y a eso se suma el hecho reciente de la suspensión de las ejecuciones de los deudores hipotecarios.
La tesis de los bancos es: no podemos prestar nuevamente cuando nuestros derechos legales como acreedores no pueden ser ejercidos en los créditos otorgados anteriormente.
En el sector fiscal el buen desempeño recaudatorio reciente de 7.100 millones de pesos en Mayo, permitirá cumplir con las metas fiscales de superávit primario acumuladas a Mayo y Junio de 2003. Con una recaudación de 5.900 millones mensuales resulta factible. Manteniendo el gasto primario constante también, se sobre cumpliría la meta de superávit primario anual.
La renegociación de la deuda pública argentina luego de la visita de Köhler es hoy el centro de atención. Es allí donde está puesta la máxima expectación de la actividad privada.
La licitación de una consultora internacional y las giras de sondeo del secretario Nielsen con el gobierno anterior; han sido a ojos vistas puntuales.
Un rápido acuerdo con el FMI sería “la norma ISO 9000” que podría exhibir el ministro Lavagna, para luego ofrecer a la comunidad internacional un plan sustentable que finalice con un lustro de grosera incertidumbre. Una renegociación exitosa, daría por tierra con muchas sagas y ficciones que se han extendido como consecuencia del desconocimiento general de la gente. Por ejemplo, la que aseguraba que la única manera de “volver al mundo” era conceder el cien por ciento de las demandas de Krueger y Köhler. Esta falacia que se había extendido, parecía ser lo único viable para satisfacer las demandas que, en parte aspiran los mercados, pero en mayor medida dramatizaron sus portavoces. Hoy resultan sarcásticas las actitudes de asombro de los escasos economistas que tímidamente comienzan a aparecer, mientras otros aún permanecen escondidos de los medios.
En primer lugar, la renegociación de la deuda debería suponer un periodo de gracia de tres años, que permitiría aliviar una economía sin acceso al crédito privado desde Octubre del 2000 (última colocación de bonos).
Como dije en el número anterior, la reestructuración de la deuda contiene dos capítulos: la deuda con los organismos multilaterales de crédito y la deuda con los acreedores privados.
Con respecto a la deuda con los organismos internacionales, la primera jugada podríamos denominarla: plan de racionalidad (A) del gobierno. La misma expresa una señal de cordura. Se acepta como insostenible realizar quitas, por lo cual se procurará solo una extensión en los plazos de pago, tratando de no provocar indignaciones iniciales.
Con respecto a la deuda privada, se examina realizar un recorte de entre el cincuenta y el setenta por ciento. Teniendo en cuenta la diversidad de acreedores, se ofrecería un menú de opciones amplio para cubrir todas las posibilidades: quitas de capital, baja de tasas y extensión de plazos con igual valor presente.
Como consecuencia de la negociación con el FMI, cabe esperar una readaptación de partidas presupuestarias y una mayor optimización de los recursos disponibles para al mismo tiempo atender las necesidades sociales. Se van a evitar desbordes por razones obvias, es imposible comprometer superávit fiscal primario sin irritar inmediata e irreconciliablemente a los acreedores.
Esta es la explicación económica de las simultaneas e intrépidas aperturas de frentes en la lucha anti corrupción encarada por el presidente Kirchner. El FMI va a estrechar el cerco del gasto con las corrientes condicionalidades, para acceder a una renegociación de los vencimientos inmediatos. Solo este año vencen más de 10.000 millones de dólares con los organismos.
Los funcionarios del FMI descuentan que el gobierno no desea desembolsar reservas ni incurrir en nuevos incumplimientos, sin embargo puede haber sorpresas. El gobierno podría especular aprovechando la coyuntura y hacer frente a los vencimientos de Setiembre con reservas. De este modo insinuaría una cierta indocilidad que consignaría como un mensaje: “no será admisible imponernos una receta estándar”.
En el extremo, un plan “B” podría articular la tesis que afirma que las relaciones con los organismos multilaterales de crédito, en su rol de acreedores privilegiados, están basadas en que los mismos ofrezcan menores tasas de interés, mayor estabilidad del flujo de fondos y ante una crisis de solvencia y liquidez actúen como prestamistas de última instancia. Como sabemos, estas instituciones jugaron un papel pro cíclico, y redujeron el fondeo en momentos que el país necesitaba mayor asistencia, en medio de una perturbación social y un desbarajuste macroeconómico sin precedentes.
Con este último enfoque el gobierno debería presumir impreciso el status de acreedor privilegiado del FMI frente a los acreedores privados. Si prevalece este razonamiento, se pone de vuelta y media la estrategia “A” de racionalidad y entonces sí, el escenario actual puede mudar. Vengo diciendo desde los números anteriores de “puntualmente”, que la situación económica registra tendencias favorables, sumándose además las oportunidades políticas que brinda un nuevo gobierno. No obstante no debemos olvidar, la grave situación estructural y sus efectos sobre el crecimiento y la inversión a largo plazo que provocan nuestros antecedentes. Indicadores de fondo del contexto político de la inversión y los negocios de un país, están relacionados con la certidumbre de las reglas de juego como la estabilidad política, la seguridad jurídica y la inserción internacional. Argentina se recupera de una crisis política y económica sin precedentes y aún continúa en situación de default con cifras de riesgo país todavía de 4300 puntos base (43 por ciento de sobre tasa de interés para recibir un supuesto crédito). Con todo necesitamos como observé precedentemente, que Dios siga operando a favor, como en la mejora descripta de los términos de intercambio, la caída del dólar y la baja de la tasa de interés. Necesitamos además, dirigentes con un espíritu de sabiduría creativa que influyan y permitan operar habilidades prodigiosas. Soy optimista, porque esas expresiones sobre naturales se preparan en la historia cuando las naciones llegan a situaciones límite. Es allí donde viene esa respuesta que en la antigüedad recibieron esos líderes políticos y economistas primitivos, para resolver los asuntos de Egipto y Babilonia.
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