Para: Ámbito Financiero, Comercio Exterior
Por: Pablo Tigani*
La mejoría en la relación de los términos de intercambio, básicamente el aumento de los precios internacionales que concierne a nuestros commodities y el petróleo, en este momento nos favorece, así como primero nos perjudicó. En particular se destaca la suba del precio de la soja que representa el 50 por ciento de la producción agrícola total. Las exportaciones del complejo sojero representan la cuarta parte de las exportaciones totales argentinas y aportan el 45 por ciento de la recaudación anual en concepto de retención a las exportaciones. También el petróleo es importante, ya que aporta el 18 por ciento de las exportaciones y contribuye con mil novecientos millones de pesos de recaudación por retenciones.
El impacto de la mejora en los precios de nuestros productos es evidente si subrayamos que a los precios internacionales vigentes en 2001 hubiésemos embolsado tres mil cuatrocientos millones de dólares menos, que significan 2,83% del PBI. A la sazón, los mejores precios permiten un mayor ingreso de divisas por exportaciones, mayor superávit comercial y de cuenta corriente, convirtiéndose de ese modo en un pilar de la recaudación para el esquema estratégico del sector fiscal.
Que bueno que la mano de Dios empieza a moverse en Argentina, ya que el aumento de precios de nuestros productos no es algo que podamos decidir por nosotros mismos. La apreciación del Euro también es algo que está jugando a nuestro favor y que antes de ahora nos actuó en contra (el dólar se había apreciado frente al Euro casi un 40 por ciento entre 1996 y 2000). Es muy importante por ejemplo, porque el aumento de los pesos que ingresan a cambio de los Euro, beneficia al 20 por ciento de nuestras exportaciones que tienen como destino Europa.
Afortunadamente también el mundo sigue creciendo, lento pero con bajas tasas de inflación, lo cual permite que permanezcan bajas las tasas de interés. Dichosamente la baja de la tasa y la abundante liquidez internacional, han contribuido a que los flujos de capitales comiencen a circular otra vez hacia los países emergentes, haciendo que los indicadores de riesgo país bajen y el dólar se devalúe.
Es decir, estamos viviendo todo lo contrario de lo que nos pasó en los años anteriores, en el proceso previo al colapso de la economía.
Si bien las bajas tasas de interés no nos benefician en forma directa por la situación de “default”, podemos esperar que una parte de los treinta y tres mil millones de dólares que se fugaron del país en solo un año y medio, regresen a causa de los bajos rendimientos internacionales.
Si bien los sectores opositores le reclaman al Ministro Lavagna no haber dado a conocer un programa económico integral de largo plazo, por ahora el escenario de coyuntura es estable y pueden atenderse las urgencias emergentes de cuatro años de recesión, donde algunos de ellos transcurrieron con planes estratégicos que no prosperaron.
La negociación con el FMI es la clave para estructurar un programa posterior, de acuerdo a las restricciones que el acuerdo o “no acuerdo” con este organismo internacional de crédito determine, incluyendo la reestructuración del festival de bonos.
Para completar, las proyecciones de crecimiento del PBI apuntan por encima del 5 por ciento en 2003. Está aumentando el consumo impulsado por subas del salario real, la mayor inyección monetaria, el crédito al consumo por tarjetas y el avance de la confianza de los consumidores. A la vez, mejora la inversión impulsada por la construcción y la mayor demanda de equipo durable.
Así descripta la situación, no luce para nada descontrolada, como suelen plantear los fatídicos opinólogos con propensión marginal a la pesadilla.
*Presidente de www.hacer.com.ar
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