La economía mundial está funcionando a pleno, acumula cuatro años consecutivos de crecimiento, superando su tendencia histórica y transitando uno de los mejores períodos de crecimiento con baja inflación. En este contexto, Estados Unidos que explica alrededor de la mitad de la tasa de crecimiento mundial, viene hospedando dentro de sus fronteras un “Disney World propio”, que ha hecho las delicias de sus ciudadanos.
La Reserva Federal que no lleva una política monetaria transparente, se está comportando en una forma muy poco refinada a los ojos de los eruditos. Mientras los rendimientos de los bonos del tesoro y las tasas de corto plazo siguen subiendo, la divulgación de las actas de las últimas reuniones de la FED, cada vez traen menos novedades.
El precio del dólar-un dato neurálgico- comienza a lucir inquietante. Frente a la fuerte emisión de billetes, la liquidez que permanece en el mercado, en algún momento se va a desplazar hacia alguna parte y hará una nueva fiesta de “easy money”. La FED entiende mucho de destrezas expansivas disimuladas. Recordemos que desde hace muchos años las cifras de crecimiento de los precios se informan sin tener en cuenta el peso de los alimentos y la energía. A partir de Marzo de este año, curiosamente se dejó de publicar la evolución del M3 -esquema que resume de manera amplia la oferta de dinero-, un desliz elemental que complica la revisión de la liquidez que recorre toda la macro, más importante aún; cuando sabemos que la política monetaria ha contribuido para ir eludiendo los riesgos de desaceleración de la economía inyectando dinero. Corresponde subrayar, que la FED sabe muy bien como hay que mover todos los platillos danzantes, luego sabe también como bosquejar los movimientos de una manera capciosa. Frecuentemente hemos visto las diferentes burbujas que se fueron sustentando en estos últimos años, reduciendo unas y originando otras nuevas. En este momento termina la burbuja inmobiliaria y al mismo tiempo; curiosamente, crecen los precios de los commodities.
Jacques Rueff* dijo: “Sed liberales o sed socialistas, pero no seáis mentirosos”. Precisamente el mismo economista, esclareció la falta de respaldo en oro en 1968, que años mas tarde terminó en la inconvertibilidad del dólar; aquellos excesos de emisión cometidos, hoy lucen ingenuos. Una devaluación del dólar no tiene probabilidad cero, y no sólo por la abundante liquidez, sino por el enorme déficit comercial de los Estados Unidos. Los manuales dicen que la balanza comercial se equilibra con una depreciación de la moneda o con una contracción de la economía que deprima los niveles de importación, pero todo hace pensar que la primera opción tiene más chance. A Estados Unidos, una moneda más débil no le afectará demasiado, por otra parte, las autoridades no pueden ni siquiera pensar en desacelerar el consumo con la receta clásica. En el escenario de una devaluación, las tasas de interés se pueden disparar y la burbuja inmobiliaria, sumada a-“la tómbola hipotecaria”- pueden detonar más luego. Son muchos los residentes que adeudan el cien por ciento de sus propiedades, y sus ingresos fijos no resistirán los aumentos que ya mismo están llegando en las cuotas de préstamos a interés variable. El dispendioso ciudadano norteamericano verá reducido su volumen de gasto financiado. Ya no habrá margen a su favor por aumento de precio en su propiedad, momento en que se volvían a endeudar por el equivalente al efecto riqueza obtenido, una y otra vez. Con precios de las propiedades bajando y tasas subiendo, las deudas que representan hoy, el cien por ciento del valor del inmueble, demandarán más cantidad de cuotas para que su amortización siga siendo posible. Esas extensiones de plazo ya están siendo otorgadas por los bancos. -¿Seguirán los deudores pagando el mortgage cuando la deuda consolidada sea mayor que el valor de su propiedad?-
*El 20 de octubre de 1967 Jacques Rueff, principal consejero económico del general De Gaulle, Presidente de Francia, expresó: EE.UU. ha agotado su capacidad de pagar en oro a sus acreedores. Es como decir a un calvo que se peine. Allí ya no queda nada. Francia y Gran Bretaña, con De Gaulle a la cabeza, exigía públicamente la repatriación del oro (The New York Times, 21-10-67, citado por Peter L. Bernstein, The power of gold, Pág. 331/333).
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