No hay dudas que el año 2000 será un año de estrechez, en un contexto de profundas transformaciones y desafíos.
Hablar de “ajuste” es acaso un lugar común, desgastado por asiduos y reiterativos especialistas que no reflejan ni remotamente todas las facetas de los conflictos que están enfrentando las profesiones en nuestro país y en el mundo entero. Ellos nos dirán que para ampliar todavía las capacidades, se requieren esfuerzos del sector público más acentuados que los que se anunciaron la semana pasada. Sin reconocer, como una tapia, que en un día se provocó la más enérgica interrupción de actividades de los últimos diez años y se consumió en términos de costo para el país, un tercio del ahorro anunciado para un año. Consumado este episodio, será “la competitividad en el mercado internacional” la que ocupe desde ahora el centro del escenario del debate de economistas y empresarios.
Si bien hemos logrado, en la década pasada, grandes progresos en términos de productividad y costos salariales, no obstante pocas empresas se encuentran cerca de lograr los estándares de competitividad internacional. Entre los 60 países comprendidos en el ranking de competitividad del “World Economic Forum”, con los pergaminos otorgados durante la administración Menem, modestamente hemos alcanzado el puesto número 42.
Cualquier redactor económico de un medio o asistente a debates televisivos manifiesta, lo esencial que luce mejorar las condiciones de competitividad, aunque se cuidará de aclarar,... “esto siempre sin devaluar”. Los empresarios acosados por “el ajuste del ajuste” dirán, esto suena inversamente práctico a los ejercicios recientes de los países del Sudeste Asiático, Rusia y Brasil. Y aunque es válido el razonamiento, es cierto también que ningún experto hubiera imaginado que con una mejora en el tipo de cambio para los exportadores de Brasil, en pocos meses, pudiésemos nosotros explicar (según cálculos preliminares)que casi el 76 por ciento del superávit comercial nacional del primer cuatrimestre obedece a un incremento cercano a los 200 millones de dólares de saldo de la balanza bilateral a nuestro favor.
Cuando uno sigue escuchando ambiguas sugerencias de presuntuosos peritos, ahora respecto al sector privado la sentencia que aportan es: ¡enfoquen y definan un perfil productivo de especialización, buscando nuevos mercados para nuestros productos, incorporándoles valor agregado!
También podremos oír acerca de la falta de diversificación de la estructura exportadora y la concentración de los destinos de nuestros envíos. El contrapeso que ejerce la caída del precio de los commodities, la desaceleración de la locomotora americana que limitará las importaciones y como dejar de mencionar la posibilidad de una suba del riesgo país.
Sin embargo, nadie nos ayuda a interpretar, ¿porque será que la balanza comercial argentina nos sigue dando satisfacciones, generando divisas vía exportaciones con un aumento del 13 por ciento en el primer cuatrimestre?
Otra vez en Abril, anotamos un superávit de 426 millones de dólares, que además es el registro más importante de los últimos nueve años. Pero no termina allí la cosa, es la primera vez en ocho años que esto ocurre en el primer cuatrimestre, generalmente el más penalizado. Si comparamos Abril de este año, contra el mismo mes del año anterior, el crecimiento es 158 por ciento.
¿Podremos entonces concentrarnos, luego de este ajuste, en los aspectos comerciales para mejorar la competitividad, dejando un instante de lado los aspectos monetarios y fiscales?
¿Comenzará ahora a funcionar la imaginación para generar dólares que nos saquen del estancamiento de las importaciones que contribuyeron al panegírico superávit? -¿Cómo dijo, quiere más importaciones?
- Si por supuesto, importaciones son indispensables para estimular crecimiento, niveles de empleo y calidad de vida. Pero esto solo será posible si desarrollamos niveles de competitividad internacional para aumentar nuestras exportaciones.
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