Las últimas crisis internacionales han interrumpido dos veces un proceso de crecimiento espléndido, que sumó 19 trimestres consecutivos de crecimiento al 8% promedio anual antes del efecto “Tequila”, y 11 trimestres consecutivos de crecimiento al 7,5% desde el segundo trimestre de 1996, hasta la “crisis del Vodka”.
Esta novedosa situación, opuesta a las cíclicas crisis del sector externo (anteriores al Tequila) a que nos tenía acostumbrados la economía argentina, a pesar de coincidir en sus efectos no deseados, como desaceleración de la actividad productiva que impactó con virulencia en el nivel general de ocupación y el tremendo potencial de progresión evidenciado en estos años; las exportaciones, aún con un tipo de cambio fijo y un importante recorte de beneficios promocionales, logró de todos modos un crecimiento sostenido espectacular.
Las exportaciones constituyen el tejido de obtención de divisas genuinas, y en este entendimiento, los mecanismos promocionales de soporte, deberán emplearse como herramienta apropiada de política económica, teniendo en cuenta que Argentina carece de los engranajes básicos de políticas macroeconómicas que cualquier nación del mundo dispone para promover empleo, vía desplazamientos dirigidos a aumentar los niveles generales de actividad.
Actualmente resulta indispensable atender la relación endeudamiento vs. PBI y Exportaciones vs. PBI, que es lo que realmente les interesa a los prestamistas e inversores internacionales, mucho más que el déficit del presupuesto y el gasto público.
Invertida hoy en forma simétrica la generación de ventas en la Argentina, cuando hace menos de 5 años las empresas nacionales participaban del 65% del total y las internacionales del 35% el eje de la discusión se desplazó. El fulminante proceso de privatizaciones de empresas estatales cuya participación en las ventas eran el 33%, pasaron ahora a poco más del 1%; esto nos dice: “ finalizó el examen permanente de tantos años, acerca de eficiencia”.
Esto acortará enormemente las distancias para el tratamiento del indispensable apoyo promocional a las exportaciones, a través de un trabajo ineludible y sistematizado que deberá comenzar con la nueva administración de José Luis Machinea, si es que todavía no se inició.
En todos estos años, y sobre todo en los últimos 5 años, se ha logrado desde el sector privado un indiscutible avance en aumentos de productividad y niveles de profesionalización en las empresas, logrados con mucho esfuerzo de reingeniería, con el fin último de poder encarar la captura y permanencia de mercados internacionales; tolerando a veces, disposiciones de estados y bloques económicos que elevan barreras proteccionistas, que nosotros siendo integrantes aún del club de los emergentes derribamos obstaculizando el destino de este proceso final de productos y servicios exportables argentinos.
Esta vez, estamos ante una oportunidad insuperable de establecer en forma acabada los procedimientos imprescindibles para una nación que quiera concebir a la actividad exportadora como una profesión in aeternum. Al mismo tiempo el gobierno electo debería sacar tajada y promover en los empresarios un sentido de misión de trascendencia para la comunidad, con el fin de destinar empeño y motivación en los mas emprendedores.
La formulación de un modelo claro y consistente en el tiempo, debería ser el paradigma y marco de un plan estratégico de comercio exterior, que contemple la voluntad evidenciada en la aptitud del sector privado y las necesidades inexcusables de un estado limitado en su capacidad de extender endeudamiento. Preludio anterior a otro amalgama de normas de promoción que garanticen coherencia y transparencia de objetivos. Una correspondencia necesaria para desafiar el emprendimiento exportador de largo plazo, como nos ilustran otros países, que resguardaron la continuidad, nitidez, seriedad y espontaneidad que preceden el trabajo de obtener dólares para costear una considerable acumulación de deudas.
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