Las exportaciones argentinas se encuentran ante un dilema de hierro: retomar el camino de extraordinario crecimiento, o continuar con el retroceso registrado el pasado mes de Setiembre con una disminución del 12% en las cantidades enviadas al exterior.
Si miramos en forma más amplia, en 9 meses de 1999, el total de merma es de solo –2, 6%, pero durante el mismo periodo de 9 meses en 1998, crecían +14%. Es más, las cantidades exportadas aparecen disminuyendo (aunque en números positivos) desde el segundo trimestre del año 98.
Con el nuevo gobierno se presenta una fenomenal circunstancia de intensificación. El Jefe de Gabinete designado, Rodolfo Terragno, se expresó en forma terminante en favor de un fuerte impulso a la actividad exportadora, utilizando inclusive a full el servicio de relaciones exteriores de la Nación.
En solo 9 meses este año exportamos 17.405 millones de dólares F.O.B., aunque en el mismo periodo del 98 fueron 20.600 millones. Si bien estamos muy lejos de las precarias cifras de la década del 80, todavía la actividad exportadora no genera en término de dólares F.O.B., más del 10% del P.I.B.
Entonces, ¿Cuáles son los motivos para hacer enfáticas declaraciones desde el gobierno y expertos profesionales para estimular los esfuerzos hacia esta actividad en los próximos cuatro años? Claramente, es a través de la conquista de mercados externos que se puede ampliar nuestro horizonte, en circunstancias como las de este año, que se caracterizó por tener fuerte retracción de la actividad económica interna.
Los enormes compromisos financieros internacionales, asumidos durante los últimos cuatro años, ejercen una dura tensión en términos de índices de relación comparados con el P.I.B. y nuestros acreedores comienzan a evidenciarlo.
Es con el comercio de productos y servicios, como se logra generar las divisas genuinas necesarias, para subvencionar importaciones que puedan sostener la continuación del crecimiento prodigioso, iniciado en la presente década. De otro modo y si se confirman las proyecciones oficiales, a causa de una declinación del 13% en nuestras exportaciones, estaríamos teniendo una caída aún mayor en las importaciones de poco más o menos de un 20%.
Esta posición en el presente año, que se ocasionó como derivación del peor cocktail concebible (un alucinante deterioro de los precios de nuestros commodities y una tremebunda devaluación de nuestro principal cliente, Brasil) es la que nos reclama esta reflexión.
Al presente, las exportaciones han logrado un robusto cimiento para seguir creciendo. Nuestros exportadores superaron el caduco conflicto de la alteración por la evolución entre precios internos y tipo de cambio durante los primeros años de la convertibilidad. Asimismo soportaron posteriormente recortes de beneficios promocionales, demoras en la recuperación de impuestos o reembolsos, y deficiente asistencia financiera por parte de las entidades públicas y privadas.
Ya no se puede negar que la actividad exportadora se practica en forma translúcida y sin deformaciones, con un procedimiento legal que ningún Organismo Económico Internacional podría cuestionar.
Tenemos el fundamento para establecer una estrategia propulsada por la flamante administración designada, que acomode los riesgos, ofrezca seguridad jurídica y sistémica (enunciando inmediatamente todas las especificaciones esenciales, es decir las fiscales, financieras y comerciales) para proyectar la tan deseada extensión de creación de flujo de divisas genuinas.
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