“Los únicos privilegiados son los niños”, decía el ex presidente Perón. Esta máxima constituía una definición; todo el esfuerzo que se hiciera por entonces, sería aprovechado por los niños, únicos beneficiarios del esfuerzo de la sociedad.
Perón ha muerto y también esa prerrogativa. Hoy, en la Ciudad de Buenos Aires, los únicos privilegiados son los dueños de los perros. Los perros son las víctimas de sus dueños que los mal educan sin ruborizarse, vivimos en una ciudad con una sociedad temerosa. Para justificar sus atropellos “criminaliza” a los vecinos que se quejan por las molestias de sus perros, mejor dicho “ a las víctimas” de quienes usan a los perros, para superar sus miedos, proporcionándoles los cuidados que le niegan a un niño.
Buenos Aires es una ciudad sometida por los dueños de los perros, que a su vez son acaudillados por sus perros. El dueño del perro lo saca a pasear y se detiene donde el perro quiere. Las mujeres pasan arrastradas de la correa, las jovencitas, casi volando. Las mayores miran hacia otro lado, cuando el perro se sienta, solo falta que le alcancen un periódico o una revista para leer, mientras defecan la vereda.
Ante un episodio gástrico espontáneo en la vereda, un niño seria criticado; pero el perro tiene derecho a hacerlo.
Los fronterizos de las casas que tienen perro, duermen cuando el perro deja de ladrar a cualquier cosa que pase; es decir, duermen “cuando el perro del vecino quiere”
A “los vecinos” (como le gusta decir a Macri) le molestan los pibes que piden, pero compran alimento especial para perros.
La mugre que dejan los niños cartoneros es intolerable, la orina y la caca de los perros en casa de otra gente, es amar a los animales.
En la Ciudad de Buenos Aires, si alguien abandona un perro “los vecinos de Macri” le hacen un escrache y llaman a Crónica TV; pero los abogados defienden ejemplares que convencen para reducir la cuota alimentaria del hijo que tiene “con su ex”
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