Es evidente que durante la década del 90 hemos marchado bastante. Nadie sería capaz de cavilar un golpe de Estado ante la frivolidad de ciertos funcionarios, o la corrupción de inexcusables agentes públicos (con cara de cemento) que nos explican en un noticiero ¿cómo hicieron para enriquecerse tan rápidamente?
Los problemas de desocupación y salarios bajos no reciben más propuestas inflacionarias de sindicatos poderosos en el ámbito nacional. Ni siquiera los políticos que representan el ala más progresista del espectro, discuten la necesidad de establecer criterios de austeridad.
Vemos cada vez más convencidos a los empresarios, que ya no discuten ni por un segundo las necesidades de mantener el sistema de convertibilidad.
No obstante estas metas alcanzadas, a través de una gran Reingeniería cultural y social de los actores de la economía argentina, debemos reconocer que tenemos asignaturas pendientes.
Una política de Comercio Exterior, que conceda al resto de los países de la gran aldea, descubrir que existimos comercialmente es prioridad. La centralización del interés, de concentrar nuestros esfuerzos en el Mercosur, nos sorprende ahora, porque no podemos reemplazar esos 8.000 millones de dólares que penden de un hilo. Claramente Brasil no había sido un blanco elegido para colocar nuestros productos, frente a otros mercados menos interesantes.
Los mercados internacionales no reconocen nuestras marcas. Somos tan poco conocidos como exportadores que para referenciar productos alimenticios, nuestros hombres de marketing, tuvieron que ponerle packaging alusivo (marca país) con fotos de Maradona, una pareja bailando tango o Carlos Gardel a excelentes productos.
No se ven esfuerzos por encontrar nichos. Las ventajas competitivas que usufructuamos se desmoronan cuando bajan los precios de los commodities o norteamericanos y europeos subsidian a sus productores. ¡Siempre la misma balada!.
Es lamentable que los economistas sigan hablando de las satisfacciones desde el punto de vista monetario / fiscal y lo peligroso que sería tocar algo, mientras presumen que el mercado de crédito voluntario y los Organismos Económicos Internacionales resolverán para siempre las necesidades de financiamiento (el año que viene, demandarán 24.000 millones de dólares).
Es necesario que se realicen esfuerzos tendientes a imaginar y promover políticas comerciales innovadoras a largo plazo, que apunten a revertir esta situación crónica con recursos genuinos.
Tenemos que bajar y reasignar el gasto y realizar una profunda Reingeniería en el sector público, aunque ya no tenemos 15% de déficit fiscal, ni un país impredecible.
El foco ahora debe centralizarse en una propuesta de política económica basada en generar recursos genuinos, y eso solo es posible a través del comercio internacional. Rotundamente esto no se ve así, las páginas de Economía ocupan en los medios 90% de su espacio con temas monetarios y fiscales, un temor a esta altura desproporcionado, (lo demuestran la cotización de dólares futuro, en los días finales al comicio).
Con 16 años de democracia, sin riesgos de “golpe de estado”, ni “estampida inflacionaria”, “devaluación compulsiva”, “ corridas de depósitos”, ocupémonos de entregar otros aportes. Hay una cita pendiente en nuestra agenda de trabajo que no podemos eludir. En esto tenemos que coincidir, profesionales, empresarios, y partidos políticos. Es necesario aumentar el volumen de nuestro comercio exterior. Es tiempo de un nuevo desafío profesional y otros titulares para los diarios: “Productos Argentinos irrumpen con éxito en los mercados internacionales”
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