En su paso por la Argentina en 1993, un premio Nóbel de economía (Robert Fogel) explicó que ante la alternativa de pagar por un servicio fúnebre y depositar los restos de su padre en un cementerio, analizó también la opción de enterrarle en el parque de su casa, donde habitualmente gusta de leer y desayunar. Desde el punto de vista del costo del servicio fúnebre, era mucho más asequible, pero el problema es que no pudo soportar la idea de tener enterrado a su padre en el lugar donde diariamente tomaba un tiempo de refrigerio. En los últimos 25 años he reparado como la teoría económica puede convertirse en un dogma y esto a su vez influye y condiciona a muchos jóvenes estudiantes y graduados que llegan a creer que un modelo matemático abstracto es más sólido que la evidencia de una comunidad que vive sin agua corriente. Otros no tan jóvenes, descubren en sus propios intereses particulares, los incentivos para asumir la defensa de alguna cuestión que le reporta beneficio y proceden técnicamente en función de estos resultados, sin siquiera considerar como repercutirá esta actitud en el futuro de su familia. Esta inclinación por hacer excesivo énfasis en la matemática absolutista y las estadísticas medicionales, no ha podido realizar un aporte sustancial a la vida de las naciones.
Otro tema, microeconómico esta vez, es que, muchas opciones de maximización de ganancias pasan a veces por reducciones de personal para mejorar niveles de productividad. Es decir, decisiones que alteran vidas de familias, a causa de que cierren los números matemáticamente.
Claro, esto se decide en los escritorios, con absoluta prescindencia de aspectos sentimentales. Luego de varios años de formación en la profesión, se podrán encontrar personas muy diferentes que las que algunas familias enviaron a la universidad. Alteraciones serias en términos de sensibilidad y probablemente de moralidad son algunas de las causas de mi preocupación por la profesión que más debería aportar en la actualidad. La formación que actualmente se está ofreciendo a los alumnos, es más peligrosa en términos de consecuencias futuras, que la manipulación genética. Imagínese, aquel que no tenga la noción mas elemental de la opinión de Dios, frecuentando esas fronteras, transitando terrenos resbaladizos, tomando decisiones profesionales difíciles en medio de un embrollo matemático frívolo. La adopción de determinados enfoques filosóficos puede inclusive transformar la visión original en que un individuo fue formado por sus propios padres, en conceptos como tales como solidaridad y afectividad. Surge algo imprescindible en la formación de los economistas, que otrora existió en Adam Smith, una formación de equilibrio. El no era economista, aunque fue el padre de la economía. Adam Smith era un teólogo y moralista cuyos últimos libros se quemaron en un incendio. Solo Dios sabe como seguía su obra. Como derivaría la solución de aquella conclusión del “homo economicus” en términos de un aporte a la humanidad. Adam Smith solo describió un comportamiento, no creo ni remotamente que pensara que el “homo economicus” iba a ser el paradigma o paladín y modelo de quienes estudiaran esta disciplina, tal vez lo haya sido de los que provocaron el incendio de la segunda parte de su obra. Hay un comportamiento del tipo “homo economicus” en algunos economistas que no resiste discusión, no hablan de asuntos sociales, ni de distribución de la riqueza. Saben de David Ricardo, Keynes, Hayek, Leontieff, Samuelson, Bob Mundell, pero no reconocen ni de al lado una escultura famosa o un cuadro de un artista célebre, tampoco saben que opina Dios acerca de ningún tema. Exponer una sociedad y una nación a ciertos modelitos matemáticos de laboratorio o poner la conducción de la economía en manos de buenos alumnos de cálculo infinitesimal, promueve que la sociedad crea como que son ciertas, muchas cuestiones absolutamente impugnables. Esta nota pretende ser una reflexión para todo individuo involucrado con las ciencias económicas. Necesitamos dejar de adiestrar perros rabiosos. Racionalidad, está muy lejos de egoísmo y avaricia, pero hay que romper 400 años de construcción sistemática. Se hace imprescindible incorporar aspectos morales y éticos al pensamiento económico, con esos contenidos la sociedad internacional será un poco mejor y el planeta tierra un lugar más bello para vivir.
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