Parece necesario volver a examinar los argumentos que fundamentan la determinación de organizar una Asociación de Países. Básicamente: desarrollo, crecimiento e integración, concebidos desde un enfoque económico estructural de política económica internacional, suelen ser elementos útiles para promover este tipo de acuerdos.
A mediados de la década del 80 comenzó tímidamente este esfuerzo, que alcanzó en l998 un incremento cuantitativo del comercio aumentando la productividad de un modo casi inconcebible en ciertos sectores de la economía en aquel entonces. Pero, sinceramente, el desarrollo económico de una gesta como la integración de países en una región como la nuestra, requiere no solo el dinamismo mostrado en estos años sino la continuidad prolongada en forma persistente apoyada por los líderes de turno.
El tratado de Roma data de 1960, la Unión Europea, con solo unos años más que la primitiva A.L.A.L.C.(Asociación Latinoamericana de Libre Comercio)es el paradigma más claro de referir, sin embargo las posiciones encontradas de los mayores actores del Mercosur vuelven a detener el interesante recorrido obtenido en estos magníficos años.
No es un hecho desconocido que la coyuntura siempre presenta presiones en los aspectos sectoriales, sociales y políticos, pero estos deben ser resueltos en forma inmediata, de modo de evitar que asuntos puntuales y circunstanciales obstaculicen los altos objetivos fundacionales.
La integración económica se encamina a remover barreras que impiden el comercio recíproco y a adoptar posiciones conjuntas frente al resto del mundo. Por una parte, para Brasil, la integración regional favorece su proceso de industrialización, el más poderoso de la región, y en lo que hace a economías de escala (imprescindibles para esos modelos) ningún mercado es despreciable.
En el otro extremo, esta Argentina, que en su tácita estrategia industrial de especialización y complementación productiva, tiene en Brasil un socio irremplazable.
Existen por lo menos dos razones que detonaron recientemente la desproporcionada réplica de Brasil. En primer lugar, la actitud proteccionista argentina para la industria del calzado(como consecuencia del incremento de 66% en las importaciones desde Brasil)y la industria textil en forma parcial (con fuertes incrementos en ropa de cama y tocador, hilados de fibras sintéticos discontinuos). Esto último motivó la Resolución 861/99 B.O. N°29.188-1.6/07, estableciendo cupos a la importación de tejidos de algodón de Brasil. En segundo lugar la verificación del déficit comercial de Brasil con Argentina de 412 millones de dólares, 39% más que en el mismo semestre del 98, generando un gran malestar en las autoridades brasileñas. Esto es lo que disparó una represalia apresurada, alentada por el fuerte Lobby industrial de nuestro vecino, eliminando el tratamiento preferencial a 400 productos argentinos.
En ambos países hubo antes de estos especiales momentos, trabajos serios para diversificar y fortalecer la estructura productiva interna con la apertura económica, en el caso argentino incluso debilitó y desmanteló una parte del aparato productivo preexistente. Todo se potenció porque ambos países han sido sorprendidos por primera vez en la década del 90 por una importante disminución de la actividad económica y recia contracción en el comercio exterior.
En el periodo Enero /Junio, las exportaciones argentinas a Brasil, cayeron algo más del 30% y las importaciones 28% contra el mismo semestre del 98, según datos de la Secretaría de Comercio Exterior Brasileña. Pero los recientes inconvenientes en las relaciones bilaterales, desnudan los verdaderos problemas a encarar y resolver (tarea imprescindible, tendiente a coordinar cuestiones macroeconómicas y a la vez ir encontrando mecanismos adecuados para evitar decisiones unilaterales que afecten los flujos comerciales).
Sin duda alguna, se puede decir que este es uno de los momentos más difíciles con que las relaciones mercantiles de ambos países se han topado.
Por esta razón, se impondrá un considerable esfuerzo por preservar con actitudes e iniciativas valientes a la prioridad estratégica del Mercosur y la región, quienes sufren con tenor inusitado los efectos de una crisis económica trascendente, mas allá de los episodios puntuales que originaron este disparatado conflicto.
miércoles, 22 de septiembre de 1999
jueves, 2 de septiembre de 1999
Ambito, Mercosur, una alternativa a la crisis de crédito mundial
La globalización, única y excluyente opción de la Economía Mercosur una alternativa Internacional, ha procurado el aumento de la productividad y nos obliga como habitantes de la aldea global a tomar decisiones políticas capaces de asignar recursos focalizando las fortalezas y oportunidades del Comercio Internacional, dejando de prodigar vehemencia en los mercados de colocación de títulos; a esta altura escasa y con tasas exorbitantes.
Luego de 22 años de la Reforma Financiera de 1977, hemos aprendido algo. No será el crédito internacional el que nos ayude a ser más eficientes y mucho menos, el que continúe aportando divisas, útiles para continuar gastando con financiamiento externo, llevando la Deuda Externa en aquel entonces de U$S 7000 a $140.000 millones de dólares (20 veces) cerrando el año. Todo sin contar los fondos genuinos provenientes de las privatizaciones que por fin llegaron, tal cual se reclamaba desde aquella incipiente apertura.
Es obvio ahora, que el Comercio Exterior requiere una estrategia de política comercial que supera las decisiones de los operadores de exportación.
Actualmente, con 9 años de estabilidad cambiaria, aranceles adecuados a los usuales para países como Argentina y desregulaciones, que reclamábamos desde 1977, es necesario analizar una sana política de inversiones en materia de recursos promocionales. El objetivo es generar un espíritu exportador acompañado por políticas diplomáticas activas para apoyar al empresariado.
Se necesitan reglas de juego claras, como en el caso del Mercosur, para que la creación de la infraestructura construida en estos años, producto de decisiones empresarias de riesgo, no se vean perjudicadas cuando medien intervenciones gubernamentales unilaterales de nuestros socios comerciales.
No estoy diciendo que deba ser sustituida la iniciativa individual de los empresarios, que han demostrado su enorme capacidad de conquistar un difícil mercado como el de Brasil, siendo ellos mismos sorprendidos por la exitosa colocación de nuestros productos.
El Mercosur es sin duda nuestro ámbito adecuado de integración y crecimiento desde el punto de vista comercial, quedó demostrado en estos últimos años. Pero no solo eso, el grado de endeudamiento de la región y fundamentalmente de Argentina y Brasil, nos otorga posibilidades ciertas de continuidad, dada la dificultad que comienza a generarle el “credit crunch” a ambos países.
Es evidente que si los flujos de financiamiento desde los centros financieros hacia la región disminuyeron y no muestran signos de recuperación, mientras la Reserva Federal esté mas y más preocupada por frenar a la locomotora norteamericana aumentando la tasa de interés, las posibilidades de retomar el crecimiento de los negocios comerciales con Brasil y el Mercosur lucen mucho más sólidas hoy, más allá de la retórica de los lazos históricos y geográficos naturales que declaman los políticos argentinos.
Luego de 22 años de la Reforma Financiera de 1977, hemos aprendido algo. No será el crédito internacional el que nos ayude a ser más eficientes y mucho menos, el que continúe aportando divisas, útiles para continuar gastando con financiamiento externo, llevando la Deuda Externa en aquel entonces de U$S 7000 a $140.000 millones de dólares (20 veces) cerrando el año. Todo sin contar los fondos genuinos provenientes de las privatizaciones que por fin llegaron, tal cual se reclamaba desde aquella incipiente apertura.
Es obvio ahora, que el Comercio Exterior requiere una estrategia de política comercial que supera las decisiones de los operadores de exportación.
Actualmente, con 9 años de estabilidad cambiaria, aranceles adecuados a los usuales para países como Argentina y desregulaciones, que reclamábamos desde 1977, es necesario analizar una sana política de inversiones en materia de recursos promocionales. El objetivo es generar un espíritu exportador acompañado por políticas diplomáticas activas para apoyar al empresariado.
Se necesitan reglas de juego claras, como en el caso del Mercosur, para que la creación de la infraestructura construida en estos años, producto de decisiones empresarias de riesgo, no se vean perjudicadas cuando medien intervenciones gubernamentales unilaterales de nuestros socios comerciales.
No estoy diciendo que deba ser sustituida la iniciativa individual de los empresarios, que han demostrado su enorme capacidad de conquistar un difícil mercado como el de Brasil, siendo ellos mismos sorprendidos por la exitosa colocación de nuestros productos.
El Mercosur es sin duda nuestro ámbito adecuado de integración y crecimiento desde el punto de vista comercial, quedó demostrado en estos últimos años. Pero no solo eso, el grado de endeudamiento de la región y fundamentalmente de Argentina y Brasil, nos otorga posibilidades ciertas de continuidad, dada la dificultad que comienza a generarle el “credit crunch” a ambos países.
Es evidente que si los flujos de financiamiento desde los centros financieros hacia la región disminuyeron y no muestran signos de recuperación, mientras la Reserva Federal esté mas y más preocupada por frenar a la locomotora norteamericana aumentando la tasa de interés, las posibilidades de retomar el crecimiento de los negocios comerciales con Brasil y el Mercosur lucen mucho más sólidas hoy, más allá de la retórica de los lazos históricos y geográficos naturales que declaman los políticos argentinos.
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