La globalización, única y excluyente opción de la Economía Mercosur una alternativa Internacional, ha procurado el aumento de la productividad y nos obliga como habitantes de la aldea global a tomar decisiones políticas capaces de asignar recursos focalizando las fortalezas y oportunidades del Comercio Internacional, dejando de prodigar vehemencia en los mercados de colocación de títulos; a esta altura escasa y con tasas exorbitantes.
Luego de 22 años de la Reforma Financiera de 1977, hemos aprendido algo. No será el crédito internacional el que nos ayude a ser más eficientes y mucho menos, el que continúe aportando divisas, útiles para continuar gastando con financiamiento externo, llevando la Deuda Externa en aquel entonces de U$S 7000 a $140.000 millones de dólares (20 veces) cerrando el año. Todo sin contar los fondos genuinos provenientes de las privatizaciones que por fin llegaron, tal cual se reclamaba desde aquella incipiente apertura.
Es obvio ahora, que el Comercio Exterior requiere una estrategia de política comercial que supera las decisiones de los operadores de exportación.
Actualmente, con 9 años de estabilidad cambiaria, aranceles adecuados a los usuales para países como Argentina y desregulaciones, que reclamábamos desde 1977, es necesario analizar una sana política de inversiones en materia de recursos promocionales. El objetivo es generar un espíritu exportador acompañado por políticas diplomáticas activas para apoyar al empresariado.
Se necesitan reglas de juego claras, como en el caso del Mercosur, para que la creación de la infraestructura construida en estos años, producto de decisiones empresarias de riesgo, no se vean perjudicadas cuando medien intervenciones gubernamentales unilaterales de nuestros socios comerciales.
No estoy diciendo que deba ser sustituida la iniciativa individual de los empresarios, que han demostrado su enorme capacidad de conquistar un difícil mercado como el de Brasil, siendo ellos mismos sorprendidos por la exitosa colocación de nuestros productos.
El Mercosur es sin duda nuestro ámbito adecuado de integración y crecimiento desde el punto de vista comercial, quedó demostrado en estos últimos años. Pero no solo eso, el grado de endeudamiento de la región y fundamentalmente de Argentina y Brasil, nos otorga posibilidades ciertas de continuidad, dada la dificultad que comienza a generarle el “credit crunch” a ambos países.
Es evidente que si los flujos de financiamiento desde los centros financieros hacia la región disminuyeron y no muestran signos de recuperación, mientras la Reserva Federal esté mas y más preocupada por frenar a la locomotora norteamericana aumentando la tasa de interés, las posibilidades de retomar el crecimiento de los negocios comerciales con Brasil y el Mercosur lucen mucho más sólidas hoy, más allá de la retórica de los lazos históricos y geográficos naturales que declaman los políticos argentinos.
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