Con un excelente ambiente exterior, y escasos riesgos inmediatos, el principal enigma que tenían ciertos próceres y sus oráculos era saber cual sería la orientación política y económica de la segunda mitad del mandato presidencial. Sabíamos que, en el entre tiempo de este partido se registrarían cambios en el conjunto del poder ejecutivo argentino. Los rumores eran bastante controversiales, aunque nadie dudaba que Lavagna saliera de la cancha. Mientras tanto en el vestuario, el banco de los suplentes comenzaba a moverse, y los comentaristas comenzaban a especular con nombres.
“El ministro de la reestructuración de la deuda” después de lograr ese golazo, siguió atacando al adversario del equipo recesivo y lo tuvo en un arco. Lavagna estimuló la actividad económica todo lo que pudo, sin importarle los contragolpes que recibió por el aumento de los índices de precios. No obstante, siempre estuvo tratando de prevenir una aceleración desmesurada que se llevara puestos los logros obtenidos durante su gestión. Probablemente si la inflación se hubiese instalado en un avance más peligroso, Lavagna tenía previsto intervenir para atajar la jugada. Recuerde que Lavagna se inició en las inferiores del ministerio de economía del gobierno peronista (1973), a quien la inflación, entre otras cosas, lo mandó al descenso.
Su reemplazante Felisa Miceli, es una destacada medio campista, que no por moderada y de bajo perfil, es menos entrenada que Roberto Lavagna. Además, la diferencia entre su pensamiento y el de Lavagna es simplemente de matices. En cuanto a los niveles de actividad, ella está muy interesada en que se mantenga el ritmo de crecimiento, aunque es lo suficientemente templada como para aplicar contención a los estímulos de la demanda agregada, manteniendo un criterio equilibrado. Felisa no va a tomar ningún riesgo de que la inflación se le desboque, ni tampoco se va a poner tan ortodoxa que va paralizar la economía. Va subir y bajar, como un buen medio campista. Más bien, va a monitorear el ritmo de crecimiento y a la vez, va a hacer lo posible por desacelerar la tasa de inflación de sus actuales niveles. Claramente este es un equipo de gobierno que ha de seguir impulsando el gasto agregado para bajar la desocupación y la pobreza, vía reactivación de la economía. A nadie se le ocurra que este gobierno puede subir las tasas de interés y aumentar los impuestos para bajar la inflación. Por la naturaleza de Felisa una inflación anual en torno al 12% claramente no será un problema más grave que la falta de agua potable en Santiago del Estero. Ya lo expresó con toda contundencia, aunque para los analistas mas avisados, ni falta que hacía la aclaración. Solo los que no comulgan con un enfoque productivista pueden pensar que Felisa se está equivocando, cuando en realidad, está haciendo lo que bien le parece y aquello en lo cual ha creído toda su vida. A criterio de Felisa, si los niveles de inflación son inferiores al 20%, esto no afectará la tasa de crecimiento. Probablemente entonces haya más precios concertados, aumentos de retenciones y menos reintegros a las exportaciones. Felisa no va a hacer nada por mesurar la demanda doméstica, en este tejido, ha crecido la sospecha de los más pertinaces, aquellos que nunca pensaron en una recuperación como la de los últimos tres años. Muchos expresan preocupación por los controles de precios y la verdad es que las amenazas del presidente a los oferentes de productos no ayuda, no es bueno ejercer caciquismo desde la democracia. En conclusión, la situación económica en general no dependerá de cómo evolucione la tasa de inflación (entre 12 y 18 por ciento), aunque es hoy el principal factor de arremetida capaz de motivar la creatividad de los irreconciliables suspicaces de siempre.
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