Sanseacabó, China cedió ante las presiones de los países más desarrollados y revaluó su moneda 2.1%. Aunque la corrección cambiaria es mucho menos de lo anhelado, con anterioridad a esta decisión, los pronósticos que presentaban los mercados y gobiernos de los países ricos auguraban dilaciones en el tiempo imposibles de determinar. La promesa para el futuro es un enlace consistente con un nuevo sistema cambiario más flexible, que está conectado con una canasta de monedas, como en algún momento se planteó en la Argentina- 2001-. Momentáneamente, la proporción de la valoración del Yuan es insuficiente y el hecho no anuncia profundas transformaciones en el escenario internacional. El suceso descubre que ninguna institución u organismo económico esta al corriente de lo que China piensa hacer y mucho menos cuando lo hace. Quien sabe lo que habrá de planear la jerarquía burocrática del PC Chino, tal vez solo se trate de un episodio que resume una artimaña dilatoria para sofocar la exaltación proteccionista del congreso norteamericano. Temporalmente en Estados Unidos se han templado las amenazas económicas de represalias. La iniciativa que propiciaba imponer en el congreso hasta un 27,5% de derechos de importación para los productos chinos, podría haberse debilitado.
Lo cierto es que hasta aquí, la devaluada paridad fija que gozó China por más de 12 años, llevó mucha agua para su molino. Restringió el virulento potencial que hubiese extendido la crisis asiática, a la vez que permitió disminuir el riesgo interno que hubiese afectado las cifras de crecimiento de su economía desde la crisis del arroz y el default ruso (1997-1998). En todo este tiempo -desde 1993-, la receta China de mantener su moneda depreciada, le permitió exhibir una interesante performance que gravitó entre otras cosas, en una importante rebaja de los bienes y servicios para su población, posibilitó un cambio de precios relativos a favor de los productos de exportación frente a los de consumo interno, otorgó costos laborales bajos para las empresas productoras que se pelearon por invertir, y mejoró la competitividad externa concediendo fuertes incentivos, tanto para exportar como para sustituir importaciones.
En una parte de esta estrategia podríamos meditar para descubrir la clave explícita del plan táctico del gobierno argentino, no obstante es justo establecer diferencias en torno a los recursos de China. Es obvio que la extensión de la oferta laboral oriunda de las comarcas rurales y la absoluta ausencia de presiones sindicales dieron soporte a la estabilidad de los costos laborales, permitiendo que los mismos no se incrementaran con el paso de 49 trimestres consecutivos de crecimiento. Lo cierto es que con esta estrategia las reservas internacionales de China aumentaron de 223.000 millones de dólares-Diciembre de 2001- a 721.000-Julio de 2005. Hoy China sucede a Japón en términos de stock de reservas internacionales del mundo, sin que se pueda decir que la emisión de Yuanes para obtener los dólares excedentes del superávit comercial generó arrastres inflacionarios. El resultado de doce años de tipo de cambio real alto fue consistente con tasas de crecimiento promedio del PBI de alrededor del 9,5% anual y el valor corriente del comercio exterior se multiplicó de manera exponencial-alrededor de 24 veces en 15 años- hasta alcanzar casi el 21 % de participación en el comercio mundial.
Quien sabe realmente si la apreciación parcial de la moneda China ha sido la respuesta inicial a los reclamos de Estados Unidos-abandonando la estrategia- o si es una actuación que permite patear la pelota afuera, mientras acumula más crecimiento de PBI, mas comercio exterior, más ahorro, inversiones, reservas, y empleo. Entre tanto en la Argentina, el ministro Lavagna acaba de asegurarles a los industriales, que el tipo de cambio nominal va a ser sostenido por el gobierno por los próximos años, asignándole a la paridad actual, la llave de su estrategia.
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