martes, 2 de noviembre de 2004
Economía: Un idioma para pocos
Arjo Klamer, profesor de la Universidad de Rotterdam y experto en metodología, dice que los economistas se están alejando del resto de la sociedad. Cuando a Franco Modigliani le preguntaron por qué ganó el Premio Nobel, dijo: "Bueno, esteee...tengo esta idea de que la gente ahorra para el futuro". "¿Por eso lo premiaron?", preguntó un periodista; "Sí, básicamente por eso", respondió Modigliani. James Tobin, al día siguiente de su galardón, explicó que su contribución era que, en cuestiones de dinero, "la gente no pone sus huevos en la misma canasta". Y cuando James Buchanan afirmó que había obtenido el Nobel porque su aporte consistió en la idea de que los políticos persiguen su propio interés, un columnista estadounidense, Mike Royko, reclamó la mitad del premio porque él había advertido eso también."Las justificaciones de por qué se gana un Nobel suelen sonar tontas para un público no especializado, pero son también una muestra de la distancia cada vez más grande que hay entre los economistas y el resto de la sociedad", cuenta Arjo Klamer, profesor de la Universidad de Rotterdam, experto en metodología y uno de los observadores más interesantes y críticos de las "tribus económicas" en la actualidad. "Con los últimos premiados (Finn Kydland y Edwards Prescott) pasa lo mismo; ¿cuánta gente puede decir hoy por qué se los reconoció? El lenguaje económico se está volviendo cada vez más abstracto".En 1983 Klamer escribió "Conversaciones con los economistas", un libro para el cual entrevistó a los académicos más reconocidos de la época.Para el profesor de Rotterdam, existe un lenguaje, que denominó "econospeak", que hablan los economistas y que resulta totalmente ajeno al resto de la sociedad. Este idioma va variando con el tiempo. Klamer pone el ejemplo de tres popes del pensamiento clásico: Adam Smith, Milton Friedman y Robert Lucas. Aunque sus ideas tienen muchos puntos en común, si uno toma un libro de cada uno, pensaría que hablan idiomas diferentes. Mientras que el de Adam Smith está lleno de palabras, el de Friedman rebasa de estadísticas y el de Lucas de modelos matemáticos.— ¿Desde "Conversaciones...", en 1983, los economistas se acercaron o se alejaron del resto de la gente?, le preguntó Clarín, en una entrevista telefónica.—Creo que cada vez se alejan más. Los economistas se encierran en su mundo de formalizaciones matemáticas. Clásicos como Keynes o Marshall hoy no podrían publicar un paper, porque no se adaptan a este nuevo canon.— ¿Y qué pasa con las nuevas ramas, como la economía del comportamiento, la neuroeconomía, etc.?—Representan un avance en este sentido. Hoy estamos viendo de nuevo más trabajos empíricos, con ideas que tienen más contacto con la realidad. Pero aún no representan un ataque significativo sobre la corriente principal de la economía.— ¿Cómo reaccionan los demás economistas a sus investigaciones?—Siempre que uno propone un cambio, encuentra resistencias. Hay muchas reacciones hostiles. O, lo que es peor y más nocivo: apelan directamente a la indiferencia.— ¿Dónde nacen estas barreras idiomáticas?—El problema ya se plantea desde la educación universitaria. La falta de enseñanza de metodología y de historia económica en las carreras de economía es muy preocupante. Como consecuencia de este déficit, la economía se está volviendo más superficial, pierde toda su dimensión filosófica. ¿Cómo una ciencia social puede divorciarse de su historia sin perder conocimiento vital?Klamer cree que los economistas se mueven "en grupos feudales", que hablan a su vez distintos idiomas y se prestan poca atención entre sí. Algunos son más poderosos que otros, pero siempre serán vulnerables ante otros ejércitos más jóvenes y entusiastas. "Hay grupos pequeños pero con estrategias de supervivencia muy efectivas, como los marxistas; y otros cuyas campañas son un desastre (como la de los partidarios de Laffer)", dice el profesor europeo.
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