Por: Pablo Tigani*
Para: Ámbito.
Pese a que trato y deseo no ser discrepante en circunstancias como las que atraviesa el país, tampoco puedo ser solidario por omisión, con ciertos hábitos que observo.
Si existe un grupo de personas que necesita adherir a un alto standard de conducta e integridad en estos momentos, debería ser la de los técnicos dedicados a la Economía.
Toda profesión tiene un manual de ética por el cual se rige y un tribunal de disciplina que controla la conducta de sus miembros. Por razón de nuestro rol en Argentina, los profesionales dedicados a analizar y opinar sobre política económica, tenemos que ser consistentes con la responsabilidad que nos deparó esta hora.
Parece ser que hay una idea prevaleciente que algunos, porque son miembros de una fundación, una universidad o tienen de cliente a tal o cual empresa, no son responsables de responder a la sociedad en la cual actúan. Esto explica porque sus vidas se distinguen como un ejemplo de falta de compromiso con la Nación, sus instituciones y sus ciudadanos; siendo que, al mismo tiempo son sospechadas de gravísimas operaciones.
Personalmente, he tenido experiencias con influyentes especialistas, cuyo estilo y orientación no es propio ni de la gente que opera en el bajo mundo. Es más, es interesante observar que hombres con mucho menos formación, adhieren a ciertos códigos de ética como la "lealtad de potrero", absolutamente ausentes en los ámbitos referidos.
Si bien es triste lo que voy a decir, es un comportamiento que no podemos negar. Una camada de consultores portátiles y plegables, por alguna razón ha llegado a ciertas conclusiones en cuanto a ética y conducta, las cuales no concuerdan con los más mínimos conceptos de honorabilidad. La idea prevaleciente en muchos, es que porque tienen artificiosas credenciales, eso les excusa de adherir a ciertas reglas de conducta. La soberbia los convence de que están entronizados en el establishment y creen tener impunidad para hacer cosas, que si la realizaran otros colegas, ellos mismos reprocharían. Una especie de fariseos, que piden a nuevos funcionarios cosas que ellos jamás hicieron estando en la función pública. No obstante desdichadamente, se han constituido en el "Tribunal Supremo de la Economía". Idólatras de Bob Mundell, Milton Fridman, James Tobin, Miguel Sidrauski, Babu Jones y Frenkel; muchos de ellos serían capaces, aunque más no fuese, de sostenerle el portafolio a Rudiger Dornbusch para salir en una foto con él. Exaltan en forma pública y textualmente valores como la avaricia, el egoísmo y la envidia. Enseñan que los mismos son motores del "dios Mercado". Aprueban y defienden todo lo que haga un personaje en apariencia "refinado", aunque constituya una villanía. Unos han sido miembros, y por lo tanto han participado de decisiones en gobiernos sospechados de la más grave y grande corrupción de la historia. Otros han participado recientemente de los gobiernos más ineficientes e incapaces, auto excluyéndose cuando analizan el periodo y sin involucrarse para nada en sus propios mandatos, omitiendo que fueron parte ocupando cargos ejecutivos. Trabajan en Argentina aunque le llaman "este país", algunos tienen dinero en el exterior y veranean en lugares exóticos pero recomiendan austeridad, piensan en una economía sin gente. Otros van a Punta del Este y viven de apariencia, consiguiendo becas para alentar a sus hijos que se vayan del país. Sus clientes no son asesorados sino, atemorizados y desalentados constantemente, con lo cual estimulan su perecedera dependencia. Muchos de ellos, desconocidos aprendices de gurú, son temerarios e irrumpen en programas donde sus fugitivos clientes pagarán la publicidad antes de huir del país.
No son inofensivos, generan tendencia de opinólogos de medios, instalando retorcidos sofismas que después el oyente repite como un periquito.
Actualmente son el único partido de la oposición. Si las medidas que anunció Remes Lenicov son aceptables para el G7, O´Neill, Aznar y Meltzer, para ellos son perjudiciales ex ante.
Sus clientes se replantean hoy la conveniencia del vínculo con ellos, como las grandes potencias lo hicieron en su momento con los grupos fundamentalistas.
No se puede servir a dos señores. No pudieron ayudar a sus clientes y al mismo tiempo destrozarles el mercado con espeluznantes vaticinios inminentes.
Antes dije que no tenían compromiso con la Nación, pero ahora digo también, que nunca tienen compromiso con sus clientes.
Los profesionales no solo deben tener un código de ética profesional, sino uno de ética moral y espiritual. No hay excusa, somos responsables ante nuestra sociedad, aún cuando los fundamentos de la misma están trepidando. Tenemos que reconstruir las bases aplicando requisitos simples: "No hagas a otro, lo que no quieres que te hagan a ti" - "Todo lo que siembres cosecharás", etc.
El establecimiento y práctica de una alta ética es una forma madura de pensar, y de ningún modo una postura beata. Significa entender lo que es ocupar una posición profesional en una sociedad civilizada.
Necesitamos poner fin a la ética situacional.
Una filosofía de vida que nos quiso aleccionar que podíamos actuar en diferentes formas y con distintos standars de acuerdo a las circunstancias que nos rodean. En otras palabras, que lo que es ilegal o inmoral en una situación, deja de serlo en otras. Los que sufrimos porque en el exterior no nos creen o nos llaman bananeros, no deberíamos ocultar más esa escuela de supervivencia, porque la misma elimina hasta los valores establecidos por Dios mismo. No mentirás. No hurtarás. No codiciarás. Verdades infinitas, no condicionadas al medio ambiente o a las circunstancias que enfrentamos. Aceptar y practicar la integridad e inspirar a otros para que la sigan ya no debería ser un motivo de burla.
La conclusión, es que la ética de un economista en adelante deberá ser algo más que una ética profesional; deberá ser una ética espiritual y moral, íntegra en todas las áreas de su vida.
*Master en Política Económica Internacional- Presidente de www.hacer.com.ar
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