Una economía moderna como la de los países que deseamos imitar, contiene muchos tipos de estructura de mercado y no, "el mercado".
Conviven en ellos, sectores que tienen elevado, moderado y bajo grado de concentración. Cohabitan también en esas latitudes, emplazamientos estupendamente competitivos, cuyas batallas en términos de alcance, afecta los precios y la comercialización a nivel concreto.
Claramente las tasas de beneficios de las empresas son superiores y más substanciosas en los sectores más concentrados. No es para nada incoherente o indigno que los accionistas de una empresa lo gestionen.
Lo lamentable es que los costos de sus clientes son fuertemente condicionados por la misma razón que la rentabilidad del beneficiario se fortalece.
Una de las principales restricciones que determina la estructura de un mercado, está en la limitación vía costos. Esta y otras limitaciones no menos importantes, se establecieron en actividades como la financiera y la de servicios. Tanto los Bancos que quedaron prevalecientes luego del "Tequila", como las compañías privatizadas de energía y telecomunicaciones, se han procurado una gran porción de la actividad de su sector por ser los pioneros.
Esta concentración, desempeña una barrera incómoda para la libre competencia. Reduce además, la esencia de sus beneficios, representada por la rivalidad que desata entre las empresas. Esta situación impide mejorar los costos de sus clientes. En ciertos casos puede generar la declaración de inviabilidad de un cliente local con alcance de negocios internacionales.
Lo cierto es que, una reducida comunidad de entidades financieras con sus compañías periféricas y las empresas privatizadas en Argentina, contienen la mayor parte de los mercados que ocupan y están establecidas como una afortunada elite de corporaciones.
Al privatizar monopolios estatales a principios de la Convertibilidad y, al sanear el sistema financiero en 1995, se aseguró la concentración de las actividades de servicios por un tiempo suficientemente prolongado ya.
Actualmente, con las características de un país emergente, extremadamente vulnerable a las crisis externas, hemos conseguido espantar a los inversores mas rezagados. Me refiero a aquellas atractivas empresas estratégicas y no solamente fondos de inversión con objetivos y plazos puntuales. Estas empresas comenzaban a mirar con simpatía la posibilidad de establecerse en Argentina.
¿Qué pasó entonces, porque razones fueron disuadidas?
Llevamos casi tres años de consentir, inéditas barreras a la competencia en nuestro mercado/país.
Estas barreras consisten en recesión y altas tasas domésticas como resultado del alto riesgo país. Hemos admitido pasivamente importantes contingencias para reducir el interés del arribo de nuevos jugadores que puedan desafiar a las corporaciones establecidas.
Ningún futbolista quiere entrar a una cancha, a jugar en un equipo cuya parcialidad se la pasa despotricando contra sí mismo sin hacer nada conveniente.
En este contexto descripto, cuando los analistas hablan de "el mercado", aludiendo a su trascendencia como supervisor de eventuales desequilibrios.
¿De que naturaleza de mercado estarán hablando?
Las actuales condiciones de costos y las barreras a la competencia de empresas, explican los patrones de una economía encerrada en la trampa de sus propios promotores.
Las instituciones que hoy ganan dinero en Argentina, a pesar de las condiciones imperantes, no compiten con nadie. Por eso ganan y no tienen ningún apuro en apurar la reactivación. Mientras tanto, siguen afianzando su consolidación en el mediano plazo. Por el momento solo parecen interesados en que no se toque la convertibilidad y, para ello apoyan todo tipo de medidas donde el interés general subyace debajo de su exclusivo interés.
Luego de liquidar los ideales de todo un empresariado nacional, transformado en rentista por vender su empresa o fallido por insistir hasta lo último; estamos ahora desplomando el sacrificio de años de alentar a nuestros "entrepreneurs". ¿Cómo? - Enseñándoles que la competencia se gana sin competir.
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