Una de las características económicas salientes de estos últimos años, ha sido el aumento de volumen de nuestras exportaciones.
Aún en circunstancias desfavorables, con caída en los precios del petróleo, cereales y petroquímicos, si se hubieran mantenido los precios, el valor nominal proyectado en el 98 podía haber alcanzado los u$s 31.200 millones de dólares en lugar de los u$s 28.800 que se registraron.
En los primeros ocho meses de 1.999, se acumulan u$s 15.532 millones, contra u$s 18.306 en el mismo periodo de 1998, (15,2% menos). Lo interesante de esto es que la cifra de disminución de nuestras exportaciones coincide con el declive de los precios de estos commodities y casi no se registra descenso en las cantidades exportadas que permanecen en el estadio del 98 solo (-0,2%) por debajo.
Si tomamos en cuenta el panorama de Brasil y su impacto en los envíos de la industria automotriz (- u$s 1.000 MM EN 8 MESES), no podemos dejar de resaltar un pronóstico más que alentador para los próximos años, mientras comienzan a revertirse los precios de algunos de los commodities mencionados con anterioridad.
Es necesario señalar por caso y para sostener esta afirmación, las excelentes performances y perspectivas de sectores como el pesquero, algodonero, oleaginoso y el vitivinícola con una penetración espectacular en Estados Unidos e Inglaterra, por ejemplo.
Esto demuestra a las claras un cambio de actitud, frente a un pasado de aprovechamiento parcial de oportunidades o reemplazo de clientes locales por coyunturas desfavorables del mercado interno. Esta innovación en la orientación ha ido acentuando la necesidad de disponer de mecanismos financieros de apoyo para sostener en el tiempo nuevas estrategias de diversificación y expansión de nuestras exportaciones. Con el objetivo de posibilitar a los empresarios participar de una competencia en condiciones similares en mercados cada vez más exigentes, es necesario analizar la situación de diferentes regímenes de asistencia financiera que hagan posible competir nuestros productos con países, cuyas tasas de interés para préstamos son sensiblemente inferiores a las de las empresas argentinas. Como es lógico suponer un mayor volumen proyectado, determina mas cantidad de recursos, pero además, mayores plazos en que se realicen las ventas y mejores tasas, para generar iguales condiciones que eventuales proveedores de países industrializados. Para acompañar en los años siguientes una fuerte expansión de nuestras exportaciones a plazos más largos resulta indispensable disponer de líneas de crédito blandas con mecanismos de otorgamiento ágiles y flexibles que permitan ofrecer condiciones de financiamiento internacional. Las restricciones en esta área atentan contra la consolidación de estos logros y un crecimiento sostenido del sector que aporta divisas a un país con serias amenazas por su alta dependencia del ahorro externo. ¿Podrá el B.C.R.A. flexibilizar su enfoque de los años 90, para promover un aporte al crecimiento en base a las exportaciones, teniendo en cuenta la vulnerabilidad a que nos somete (fuerte dependencia de flujos de capitales externos y su volatilidad ante los países emergentes) cualquier crisis internacional?
El profesor del M.I.T.(Premio Nobel de Economía) Robert Solow, en su paso por el XII Congreso Mundial, aconsejó que en casos de shocks externos el gobierno debe tener políticas fiscales más flexibles(sin olvidar que siempre se deben hacer bien los deberes). Cuando un shock es grande, dejar que se resuelva por sí solo es muy peligroso y debe compensarse con política fiscal.
Hasta en los criterios de Maastricht, hay excepciones en el caso de una recesión. ¿Podremos luego de un largo periodo recesivo y varias crisis externas ignorar estos aportes para nuestras necesidades?
lunes, 25 de octubre de 1999
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